lunes, 15 de enero de 2018



                    ME TOO, but not always...


Estos días se habla mucho del movimiento "Me too" que han promovido muchas actrices americanas, como respuesta al silencio que durante años ellas mismas han mantenido, al no revelar y denunciar los abusos y agresiones machistas y sexuales de algunos productores, que se aprovechaban de ellas gracias a su poder de  quitar a su antojo de la palestra cinematográfica, a las actrices que no se avinieran a realizar según que concesiones que por supuesto no deseaban conceder.

A mi modo de ver y desde una perspectiva ética y no legal, (algo que es importante diferenciar). Tan deleznable es utilizar tu poder para chantajear o presionar a alguien a que haga algo que no desea hacer, como también lo es mostrar ante ello una actitud permisiva, de claudicación y resignación y acabar cediendo.
Dicho esto, la cuestión tiene más matices como es lógico. No se puede comparar una actitud victimista (porque  ninguna actriz que dejó parte de su dignidad en alguna habitación de un hotel, no le iba la vida en ello). Con otra que agrede verbal, o sexualmente.

Sin embargo analicemos la situación. Una agresión sexual  es aquella que ofende y mancilla la dignidad de la víctima, y no solo hiere su integridad física. 
Pero el sentido común debería darnos ciertos criterios para saber diferenciar entre, el pavoneo viril que va desde chistes verdes hasta insinuaciones realmente ordinarias y chuscas, a gestos o tocamientos en partes absolutamente prohibidas si no hay previo consentimiento. (Por ejemplo, que un hombre desconocido sentado a mi lado me ponga una mano en la rodilla y la deje allí sin venir a cuento, es absolutamente penoso pero yo no haría un drama por ello, simplemente se la sacaría apretándole bien la mano mientras le digo con una maravillosa sonrisa, que si vuelve a hacer algo así, le retuerzo los huevos, a ver si le da el mismo placer que a mi me da el con su mano en mi pierna). Parecería que el daño con el que yo le amenazo si `persiste en ello, es mayor que el que supone tener una mano anónima en una rodilla. SIN EMBARGO,  el daño simbólico de ese gesto, y lo que ese hombre pretende decirme sin palabras es; si yo te quiero tocar una rodilla, lo hago y punto.
         
El problema que tenemos las mujeres es que no sabemos reaccionar ante los gestos que violentan nuestra sexualidad. Y esperamos, una vez más, que sea el hombre quién deba diferenciar esa sutil linea de la cual ellos no tienen ni la menor idea que exista. Porque su sexualidad no es tan delicada ni tenue como la nuestra.

En lugar de mezclar torpeza con agresión, las mujeres deberíamos dejar de insistir en cambiar la naturaleza "genética " masculina, y preocuparnos más por desarrollar nuestra "sutil pero al fin y al cabo femenina agresividad", con la que defendernos de ciertos abusos o gestos con los que ellos una veces nos quieren conquistar y otras agredir. Son cosas muy distintas.

Yo no voy a esperar a que la evolución modifique el sistema hormonal testosterónico del hombre. Sino que voy a estar preparada lo mejor posible (y eso significa entrenamiento físico y emocional), para tener más oportunidades de salvarme de una agresión. Y eso quiere decir que a nivel emocional voy a saber distinguir entre un intento chapucero de ligar conmigo, y no darle la menor importancia, de un gesto que golpea mi dignidad como ser humano femenino, y actuar en consecuencia sin miedo a perder privilegios, a que me califiquen de histérica o marimacho.


Margarita Basi.

  

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