sábado, 10 de septiembre de 2016







    LA IDENTIDAD SE HEREDA Y SE GANA

 I Parte:

Desde hace tiempo, vengo preguntándome cómo construimos nuestra identidad y como ésta, puede quedar atrapada o liberada según pertenezca a uno u otro sexo.

Somos el resultado de nuestra genética e historia, así como del entorno en el que hemos crecido. Pero, ¿Cuál de ellos tiene más peso en nuestra identidad, si alguno lo tiene?

Y algo también decisivo, ¿Somos las mismas personas cuando nos observan los ojos de los demás, que cuando lo hacemos nosotros mismos?

Porque si cada individuo es custodio de una identidad propia y genuina, es obvio también creer, que cada ser observará aspectos de mi identidad distintos de los que yo soy capaz de identificar en mi. 

Muchos pensareis que, lo realmente importante de la identidad es la versión personal que el individuo tiene de su "sí mismo", y no la que otro pueda tener de él.

En parte así es, pero como todos recibimos influencias del entorno, de las que no podemos aunque quisieramos deshacernos. Mi identidad va a estar supeditada en parte, al sentir de quienes se relacionan conmigo. Y ese impacto que sus sentires provocan en mi, va a revertir irremediablemente en mi propia identidad y en como los demás me ven.

Ni siquiera el nonato, queda protegido de las embestidas ambientales que logran atravesar el útero cálido y protector, para proporcionarle alimento físico y emocional que necesita para sobrevivir, pero que altera sin duda su virgen y potencial identidad.

 ¿Pero que ocurre con las identidades del varón y la hembra, cuando éstas se desarrollan y crecen? ¿Tienen ambas las mismas oportunidades de construirse con un mismo potencial base?

¿O va a ser quizás una absorbida o restringida de su natural potencial, para edificarse en la sombra y en la servidumbre de la otra?

Y de ser cierto, ¿Que mecanismos y acciones favorecen y alientan tales hechos?

Antes de proseguir, recordemos que para la constitución de la identidad, se necesitan muchos años de evolución; historia, rituales, hábitos y creencias insertadas en el inconsciente, que perpetúen y asienten unos modelos de acción y pensamiento con los que adaptarnos al entorno.

Y dependiendo de nuestra configuración genética, biológica y emocional, responderemos de una u otra forma a los desafíos de la propia vida.

No se trata por tanto de ser mujer u hombre, sino más bien de poseer una energía femenina o masculina.

Lo masculino es duro, fuerte físicamente, sexual, social, público, dominante, explotador, dinámico, político y valiente. Con estos valores lo masculino ha creado este mundo.

Por estas razones nacer hombre sigue siendo motivo de orgullo y nobleza. Incluso antes de que ese varón pueda demostrar estas cualidades.Porque ya las posee de antemano.

Lo femenino por el contrario, es blando, fuerte emocionalmente, sensual, íntimo, privado,conciliador, servil, cuidadoso, pasivo y miedoso. Con estos valores lo femenino ha cuidado del hombre a pesar del menosprecio que ha recibido de éstos. Algo que para mi, no es motivo de orgullo.

Viviendo lo femenino de espaldas al mundo, siendo usado más que venerado, siendo un medio más que un fin, desprovisto de credibilidad y razón porque quién lo evaluaba son hombres sin capacidad ni conocimiento de los valores femeninos.

¿Tienen las mujeres una identidad propia como la que sustentan los hombres? 

¿Han podido en estos miles de años de anonimato, conocerse, buscar y ganarse una identidad propia, sin ningún tipo de dependencia o comparación hacia el hombre? 

 

FIN Iª PARTE.

 

Margarita Basi.  

      

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