jueves, 6 de abril de 2017




              DESCONTROL ANTE LA SEDUCCIÓN


A nadie le gusta sentir que pierde el control. O al menos de una forma buscada y consciente.
Porque las veces que damos alas a nuestra mente, para que vuele más allá de nuestra inflexible y encapsulada razón. Lo hacemos creyendo que será tan solo un divertimento, un pasatiempo con el que nos relajaremos y sentiremos, aquel placer que solo los sentidos y no nuestro intelecto, nos pueden proporcionar.

Sin embargo, el ser humano, y generalmente el hombre, es demasiado soberbio y racional para dejarse acariciar sin oponer resistencia alguna, cuando Eros o Venus acuden al umbral que delimita su reprimida y constreñida mente, del abismo insondable y visceral que se esconde en su inevitable animalidad. 

En pocas palabras. El hombre no soporta, odia y teme, hasta limites que pueden llegar a ser incluso patológicos, que alguien sin su expreso consentimiento, despierte esa parte animal y pasional ( tanto en lo emocional como en lo sexual), que siempre arde contenida en su interior. 

El problema viene, cuando el hombre no acepta ser conmovido, cuestionado o interpelado en sus sentidos, porque éste no ha dado su consentimiento. ¿Acaso puede alguien prohibir a otra persona que le remueva ciertas emociones o pasiones?
Parece ser que el hombre si puede hacerlo.

Para el hombre, su mundo interior es como una propiedad privada, vallada y resguardada, de posibles ataques externos que pudieran conmocionarla. Porque para él, el ser humano es un sujeto predispuesto a competir cual bien tangible, en las leyes mercantiles de la oferta y la demanda. Más que tenido en cuenta y apreciado, por la simple calidad de ser humano y nada más.

Me viene a la mente un claro ejemplo que demostraría esta reflexión.
¿Porque el hombre lleva miles de años tratando de domesticar, censurar y reducir la sexualidad femenina, a aquellas actitudes que solo él cree que son las idóneas para su propio goce y disfrute, sin tener en cuenta que tales acciones la mayor parte de veces, violentan, denigran y hacen sufrir a muchas mujeres?  

Lo que más aborrece y teme el hombre en esta vida, es sentirse excitado sexualmente, sin que el sujeto que ha provocado tal sensación, pretenda consumar el acto sexual. 
Si además la persona que le suscita sexualmente es una mujer, el hombre suele mostrar mayor enfado, llegando alguna vez a violentar a la mujer en cuestión.
El hombre teme que la sensualidad femenina, le haga perder el control.

Es cierto que algunas féminas recurren a sus armas seductoras con algún tipo de fin. A todos se nos ocurre alguno.
Pero la mayoría de veces en las que un hombre se siente seducido o excitado por el eros femenino, es algo totalmente fortuito y natural. Y en ningún momento, la mujer que le provoca es consciente de ello.
Ocurre continuamente, porque así ha de ser.

Sin embargo, pocos son los hombres que se abandonan al encanto visual y sensorial de la seducción femenina. Y no se obstinan en ver en ello, una estrategia o un plan maquiavélico, sino tan solo agradecen el regalo que Eros les ha brindado aunque sea por unos segundos.

El hombre tiene y ejecuta el poder. La mujer cree hacerlo.

Y esto es así, porque la mayoría de veces en las que ocurren estas cosas, el hombre aparece como desprestigiado en su viril hombría. Y la mujer en cambio, es vista como una "calienta....", una puta, una promiscua, o una mujer en la que no se puede confiar.

Parece mentira que en pleno S.XXI, continúen existiendo mujeres que por propia voluntad, permiten que sean los hombres quienes delimiten, condicionen y estipulen, que forma y valores ha de tener su propia feminidad. Dejando que éstos decidan que partes de su cuerpo deben cubrir, para no excitarlos y tener por ello que acabar violándolas. O que ideologías deben seguir para que ellos no se sientan cuestionados o desafiados intelectual o emocionalmente.

Mujeres así, hieren y menosprecian la belleza, la fuerza y la tremenda dignidad y capacidad de cuidar, que tiene el género femenino. 
Muchas son las mujeres que viven en una tremenda y confusa dualidad femenina. Se molestan al recibir un piropo quizás algo vulgar pero con buena intención, y sin embargo en su casa, tragan infidelidades o malos modales de su pareja e hijos para con ella. 

La mujer debería aprender a respetarse y a admirarse sin que para ello, fuese necesaria la acción masculina.
Todos somos seres humanos antes que hombres o mujeres. Y por el mero hecho de serlo, tenemos el derecho y la obligación natural, de respetarnos y cuidarnos unos de otros. 

Pero si esto se le olvidara a algún hombre, no nos queda otra que vestirnos muy femeninas y seductoras, y proporcionarle a ese hombre su misma medicina.

Que pocas son las mujeres que no tienen miedo a mostrarse femeninas y sensuales. Y que hacen tan bien el amor, como rompen un brazo a cualquier hombre, que intente forzarlas o violentarlas.   


Margarita Basi.

     

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