martes, 7 de junio de 2016







                                                  IDENTIDAD FEMENINA


 ¿Cómo saber que es femenino, si el mundo en el que  desarrollamos y expresamos nuestra supuesta feminidad, es exclusivamente masculino?
El mundo es patriarcal y masculino. Hace más de cinco mil años que el matriarcado desapareció ( incluso hay historiadores que niegan su existencia).
Si la identidad de un individuo se forja y construye a través de adquirir los valores no solo biológicos y genéticos de su genero, sino también de los rituales, hábitos y expresiones de pensamiento, cultura, educación, ética y moral histórica, así como del momento presente y actual en el que vive el idividuo. Las mujeres tienen un modelo a seguir o en el que compararse, poco afin al suyo.


Pero si además entendemos que adquirir una identidad no es solo apropiarse de aquellos signos que nos identifican y que son comunes a nosotros, sino también de aquellos que nos diferencian e individualizan de otras personas o grupos sociales. Con hábitos y pensamientos distintos a los nuestros, pero al tiempo enriquecedores para la construcción de nuestro "sí mismo".    
Las mujeres no encuentran un molde adecuado a su feminidad, porque para hacerlo antes deberían haberse constituido con unos valores femeninos dignos, orgullosos, coherentes y compatibles con su entorno. Y por desgracia, las mujeres solo pueden exixtir en este mundo masculino de dos formas: una, imitando los valores masculinos y por tanto mutilando y renegando de gran parte de su autentica feminidad. Y dos, sometiéndose a los valores patriarcales que impregnan cada rincón de su entorno vital. Construyendo para ello una feminidad sumisa, celosa, sivilina, sacrificada y abnegada y totalmente prostituida.

Para tener una identidad hace falta construirla en un entorno poco o nada hostil a la naturaleza innata y natural de un individuo.
Los valores fundamentales del patriarcado coinciden con los propios y naturales del hombre: Fuerza física, competitividad, juicio, normas y leyes, racionalidad, domesticación y conquista, sometimiento, capacidad de abstracción y concentración.
Sin embargo en este mundo no existen a penas signos de naturaleza femenina: Fuerza emocional, empatía, generosidad, compartir, solidaridad, compasión, intuición, visceral, terrenal, cuidar.

¿Cómo creer que existe una verdadera identidad femenina, si ésta difícilmente se ha podido construir en un entorno tan opuesto a su innata naturaleza?  
Para saber quienes somos y si somos quienes realmente creemos ser, tendremos antes que crear un mundo propio y afín a nuestra naturaleza, con el riesgo a perder algunos privilegios y comodidades, pero al menos tendremos la certeza y el orgullo de descubrir nuestra auténtica y genuina identidad femenina.
Y no vivir en la sombra del rey sol quién deslumbra y oculta nuestro poder sutil, numinioso y creativo, haciéndo que parezca un lastre o un defecto más que una cualidad.

Margarita Basi.        

1 comentario:

  1. La identidad femenina o masculina, en el modo en que nos corresponde vivir la existencia, es el modo de ser propio que se debe honrar y vivir al máximo.

    Constantemente los medios nos bombardean con la “ideología de género” según la cual, las fronteras entre hombres y mujeres cada vez deberían desdibujarse más....Esta cultura ha generado una búsqueda del igualitarismos, de lo políticamente correcto, que a mi modo de ver atenta contra la verdad.

    En el otro extremo está el problema de la no aceptación de las virtudes de ambos géneros desde una identidad propia robusta y el callar ante quienes culpabilizan a uno u a otro género de los males de la de la sociedad actual. Están los que fundamentan su protesta en un profundo resentimiento que se huele a kilómetros. Son hombres y mujeres con una herida emocional tremendamente grande, con un nivel de rabia y dolor que disimulan con la crítica a los patrones relacionales actuales, y a los que les cuesta establecer puentes empáticos con su propio género y con el opuesto.

    Ante este panorama, hombres y mujeres deben ser consistentes con sus propios deseos y necesidades, con habilidad para ser asertivo sobre lo que se quiere y lo que no. Conocer como piensa cada uno, hablar de todo, incluyendo aquello que produce dolor o sufrimiento, desde la aceptación, integración, honestidad y respeto.

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