domingo, 26 de junio de 2016







                               OBJETO Y SUJETO

                                  DE IDENTIDAD


Saber quién es sujeto y quién objeto en cualquier tipo de relación, nos da pistas de la calidad relacional con la que los miembros se identifican.

Todos querríamos ser sujetos y nunca objetos sea cual sea el contexto de la relación en la que nos encontramos. Pero lamentablemente no es siempre así.

La masculinidad y sus valores tomaron hace ya miles de años la iniciativa. Y con mucha astucia y nada de compasion, convencieron a la feminidad de que ésta sería respetada y cuidada, si se avenía a cumplir unas pocas normas sociales que curiosamente habían pactado los hombres, y que tan solo incumbian a las mujeres.  

Pero ¿Porque las féminas acataron sin apenas rechistar unos roles, creencias y pactos nada femeninos, que las mantenían sumidas en una vida de inmanencia, claustro y vigilancia permanente?

Porque el hombre supo con su mente privilegiada de vileza clarividente, tocar el punto débil de casi toda mujer: su vanidad femenina y su pereza. Le hizo creer que su belleza era sin igual, y que solo él podría apreciarla y adularla como nunca nadie podría hacer jamás. 

Además le prometió abundancia, bienestar y cubrir sus necesidades y la de sus hijos. La energía femenina que es vanidosa, también es solidaria y compasiva, por tanto ella sola decidió darse en cuerpo y alma a quién aparentemente la idolatraba y cubría sus necesidades. 

Ella misma se erigió objeto sumiso y devoto del único sujeto a considerar: el hombre.

La perversa maquinaria se había puesto en marcha y costaría aún muchos años en frenarla.

La mujer se ha dado cuenta de este engaño cruel, pero no puede trascenderlo mientras no averigue su verdadera identidad, que nada tiene que ver con la empalagosa suavidad y emotiva inocencia con la que la literatura, la cultura y la sociedad nos siguen bombardeando.

Mientras las mujeres continuen poniendo sus vidas, las de sus hijos, sus vocaciónes y su  sustento económico en manos de un hombre,seguirán perpetuando y aceptando el sutil aunque inconsciente engaño, con el que tanto ellas como sus antepasadas fueron arrastradas fuera de todo contacto con su verdadera esencia femenina.

Saber separar y diferenciar los sentimientos y pasiones que un hombre puede despertar en nosotras, sin que por ello debamos supeditar nuestras otras necesidades; económicas, intelectuales, sociales etc... a un confinamiento o dependencia.

Sería un buen comienzo. ¿No creéis?


Margarita Basi.

 

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