martes, 21 de julio de 2015


                        EL HOMBRE RECONSTRUIDO      


En este último artículo dedicado al hombre vamos a hablar del "hombre blando" o "soft male"; este hombre procede de los países Nórdicos y de aquellos países anglosajones en donde el "hombre duro" había reinado con más severidad.

El hombre blando ignora su feminidad y el hombre duro la reprime.
Es lo mismo pero cada uno mutila su masculinidad de forma distinta.
El hombre blando no ha resuelto el problema de equilibrar y recuperar su identidad masculina.
Ha dejado paso a una mujer fuerte que aumenta su energía en cuanto el hombre la disminuye, creando aún más tensión, escisión y rupturas de pareja.
En los años 70 el "soft male" aumenta; un hombre maternal, adorable, casero que comparte las tareas del hogar.... Pero en los 80 este hombre está cansado y angustiado porque no se siente tampoco identificado plenamente con su identidad masculina.

1º- Intenta resolverlo castigando a la madre, pero romper el cordón umbilical con ella es más fácil que hacerlo con el padre, entre otras cosas porque no existe. Así el hombre no resuelve el problema.

2º- Psicólogos, historiadores, sociólogos y escritores que han estudiado este conflicto coinciden en hacer responsable de la falta de una sana identidad masculina en los hombres, a la figura del "padre".
Un padre frío, lleno de resentimiento hacia el hijo al que abandona en las "garras" de su madre mientras el padre se comporta como un fantasma ( a penas visible para los hijos), tirano ( a veces), analfabeto emocional ( casi siempre), que no habla ni expresa sus sentimientos con sus propios hijos.

3º- Los hijos de estos padres (la mayoría), están faltos de amor.
Marginan la figura paterna triste, violenta, colérica o débil ( según su madre les haya transmitido), porque es la única que se comunica con ellos.
Estos hijos no tendrán las bases necesarias para ir a buscar información correcta cuando precisen y se sientan indecisos en sus vidas. Por ello confundirán y mezclarán a menudo el sexo con la necesidad de amor o el amor con la razón. Confundirán lo correcto y bueno para ellos con lo que les conviene.
Intentarán construirse a través de la adicción al sexo, al trabajo, a las drogas, al culto al cuerpo etc...
El joven crece sin valores positivos porque vive entre el miedo al padre ( si éste es agresivo) y la rabia por haberle retirado su presencia.
Pocos son los hombres que consiguen aceptar y reestablecer la relación con su padre.
Robert Bly nos habla de que la curación del hombre, a de hacerse a través de la búsqueda del "Guerrero interior" que cada hombre lleva dentro.

Esta búsqueda muestra que tanto el hombre como la mujer poseemos valores intercambiables; así la agresividad es buena en una  mujer porque la ayuda a superar un problema o defenderse de un abuso. Y la compasión es buena en un hombre porque le equilibra a buscar una solución pacífica a un conflicto o a sentir empatía y ayudar a un ser necesitado.
Ambas emociones son simplemente humanas y no debe pretenderse separarlas por sexos, porque lo único que conseguimos con ello es más dolor y sufrimiento.

EL HOMBRE RECONCILIADO:

No es ni el blando invertebrado ni el duro analfabeto  emocional. Es el "Gentle man", el hombre reconciliado.
Este hombre no siente odio ni resentimiento hacia sí mismo porque ha sido educado en el amor y no en el miedo y odio hacia lo femenino.

Para Daniel Levinson en sus trabajos sobre la masculinidad, dice lo siguiente:
"La madurez y por tanto la verdadera masculinidad no se alcanza hasta bien entrados los cuarenta años".
- De los 20 a los 30 años; el hombre aún debe aprender a controlar y reprimir su feminidad interior. Se mide con las mujeres como un seductor y con los hombres en base a sus éxitos y competitividad logra su reconocimiento.
 - De los 30 a los 40 años; el hombre trabaja duro para confirmar su virilidad.

- De los 40 a los 50 años; el hombre ya a aprendido a distinguir la identidad masculina de otros valores ( sexo, poder, ambición...) y empieza su reconstrucción.

El hombre que consigue llegar a adulto reconstruido con su identidad masculina construida, sabe intercambiar actitudes masculinas y femeninas indistintamente según el momento, sin pudor y con seguridad varonil.
Sabe cuidar de un bebé o mostrar sus masculinos valores a un adolescente o jugar un partido de fútbol. 

 Dice Elisabeth Badnter: 

"No puede darse una buena paternidad sin haber aceptado antes la propia homosexualidad latente y unas gotas de pedofilia".
"Ha llegado el momento en que se le permita al padre lo que se le ha permitido a la madre toda la vida".

Y acaba diciendo:
"Son las características femeninas del padre las que incitan al hijo a tomarlo como modelo cuando éste es más pequeño, y cuando ya es más mayor, el padre debe movilizar toda su virilidad para transmitirla al hijo y evolucionar de padre a mentor".


Margarita Basi. 
 

        

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