EL VERANO ES PARA ABURRIRSE
Que mejor momento que unas vacaciones largas para poner en practica algo que para muchos, es ya tan solo un vago recuerdo de la infancia: aburrirse.
El aburrimiento sentido y consentido es el regalo más preciado que la vida puede darnos, porque nos pone en contacto directo con nosotros mismos; con nuestros anhelos, recuerdos, sentimientos y vida interior.
Nos han hecho creer que quién se siente aburrido es alguien poco productivo, vago y en definitiva no competente. ¡Falso!
Quién es capaz de sentarse y mirar por la ventana recreándose en el propio acto de no hacer nada más que eso, quién puede retirarse cada día unos minutos del mundo y dedicar ese tiempo a respirarse y a sentirse, quién tiene el poder de sentir placer tan solo con darse cuenta de que no necesita llenar el día con mil cosas, la mayoría vacuas y superficiales para sentirse vivo. Es una persona grande, libre y feliz.
Aburrirse es ser consciente del vacío externo y de la grandeza propia del individuo. Es un aviso que nos llama a explorar nuestro propio y sagrado laberinto personal, al que no estamos habituados a penetrar.
Las vacaciones de verano son un momento ideal para aburrirnos y recrearnos en el silencio, en la pausa, en la inutilidad práctica, y en aquellas sensaciones que si no fueran por el aburrimiento, pasarían desapercibidas por nuestros sentidos saturados y sordos.
Aburrirse es bello, porque escuchas sonidos que antes no oías, porque ves cosas que antes no percibías y porque relaja tu mente hasta el punto de no poder soportarlo.
Esa es la señal que nos indica que no estamos preparados para estar con nosotros mismos en silencio y a solas. Por esta razón el aburrimiento no está de moda ni es un valor en alza.
Pero para mi es una fuente inagotable de satisfacción y placer.
Seguiré aburriéndome mientras pueda.
Margarita Basi.
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