viernes, 27 de enero de 2017




                  EL PODER FEMENINO SE POSEE

                         PERO NO SE EJECUTA.

 

Los dos tipos de poder femenino que la mujer suele ejercer en la actualidad, tienen la característica externa de actuar como dominios en apariencia pero que en la práctica, se desvanecen y se ahogan en un sistema patriarcal que los oprime o modifica, con el fin de que sigan sirviendo y cubriendo las necesidades e intereses masculinos.

1- El anti poder femenino: Es aquel poder que la mujer cree tener sobre sí misma y su entorno, pero que en verdad no es más que un beneplácito que el hombre y su patriarcado, han considerado óptimo y justo ofrecerle. No en vano, las primeras mujeres feministas del S.XIX y principios del XX, demostraron al mundo sus agallas y valentía, al encararse a un sistema que ni siquiera las consideraba personas adultas e inteligentes, como para disponer de ciertas responsabilidades, hasta entonces solo propias de los hombres.   
Sin embargo, más de un siglo después de la revolución feminista, los valores, creencias, hábitos, emociones e instintos del hombre patriarcal son los mismos. Tan solo han cambiado las formas con las que el patriarcado se relaciona con el poder femenino. Obligado por la presión social, y la necesidad de que las féminas ayuden a sostener sus aun rancias creencias.
Algo que tan solo pueden conseguir, haciendo creer a las mujeres que todos los avances por la igualdad de género, son logrados por ellas y sus esfuerzos.  
Cosa que no es del todo cierta. Pues el sistema patriarcal está tan arraigado en la sociedad, que como una red de potentes tentáculos, esparce su poderío hasta el punto de ocultar a las féminas, que sus logros son los que más benefician y aumentan el poder del sistema patriarcal, que ellas mientras creen estar disolviendo.   

Este poder también llamado "fuerza femenina", concepto muy trillado que el propio sistema patriarcal se ha encargado de promover y promocionar. Con el fin de despertar estímulos positivos en las mujeres, con los que sentirse válidas, orgullosas y respetadas.
Pero además este sistema va más allá, porque premia y recompensa con privilegios machistas, a todas aquellas féminas que se presten a realizar y a actuar según marcan las reglas del patriarcado. 
Así de espabilado es el hombre, cuando venera este tipo de ejemplaridad femenina como único camino, con el que ésta puede ganarse el respeto de la comunidad masculina. 
Y así de ingenua ( por no decir otra cosa) es la mujer, cuando cree sentirse respetada y valorada por el hombre, sin ser consciente de que es éste y no ella, quién dicta las reglas éticas con las que debe vivir su existencia.
Ejemplos hay varios: Ensalzando la actitud sacrificada y abnegada femenina a la hora de cuidar de los demás. Fomentar el esfuerzo titánico y antinatural, que las féminas realizan compaginando la crianza de los hijos y el cuidado del hogar, con su trabajo profesional. (Es antinatural, porque realizar las dos actividades en una sociedad de valores masculinos, conlleva a que no se respeten ni cuiden los valores y cualidades femeninas). O continuar enviando claros mensajes machistas y/o misóginos, al tratar a las mujeres atractivas como objetos de deseo, y no como sujetos de deseo. Algo completamente diferente. 

Este anti poder va y viene en la mujer, como una veleta movida por el viento. A veces, cae en la aceptación de las reglas masculinas de un sistema gigantesco, en el que ella se vislumbra cual grano de arena. Y otras, se revela con fuerza ante tamaña injusticia, aunque al poco tiempo se resigna para volver al único poder que le queda. 

2- El poder reivindicativo feminista: Es el resultado productivo del anti poder. Cuando la mujer se revela no de forma reaccionaria, sino de manera filosófica y moral.
Un suceso extremo puede haber irrumpido en su vida, haciendo que ésta haya tenido que ajustar y desechar incluso, sus creencias y antiguos ideales. Es un poder transformador y constante en su vida. Pero lamentablemente tiene unas limitaciones. Las que le impone el sistema patriarcal. Porque éste lo impregna todo. 
Sus demandas, denuncias y propuestas, son lanzadas a un terreno estéril pues este es un entorno patriarcal mente institucionalizado, que imposibilitará siempre cualquier actuación, que ponga en peligro o amenace las bases de su poder.

Por esta razón muchas de estas mujeres acaban después de años de lucha sucumbiendo al poder del sistema, y se incorporan al grupo de féminas que ostentan el anti poder. Quizás a regañadientes, pero acaban por claudicar porque no observan ninguna otra nueva opción válida con la que sentirse satisfechas.
O porque no se atreven a abandonar el sistema que ellas tanto critican (con razón), para crear otro. 
Uno propio, donde no podrían beneficiarse de algunos privilegios con los que el patriarcado las compensa, para apaciguar y sedar sus naturales e instintivos deseos de feminizar parte de la sociedad. Como creo que sería muy conveniente. Estoy pensando en instituciones como la sanidad, la educación y la política.

Y es aquí donde entra en escena el tercer y último poder femenino.
Un poder aún no experimentado por ninguna mujer desde hace miles de años. 
Es el poder Ancestral. El único poder con el que las mujeres podrían crear un mundo propio hecho a su imagen y semejanza, pero que deberían ganarse por sí mismas. Sin necesidad de adaptarse ni competir con el modelo actual masculino. Como se ha hecho hasta ahora.
Ya que la competitividad no es un rasgo preferentemente femenino.

Porque esta es la única manera que tenemos las mujeres de conocer cuales son nuestras posibilidades reales. Hasta donde podemos llegar, utilizando nuestras destrezas, valores y rasgos femeninos, sin la presión, autorización o complacencia masculina.
¿Cómo sino saber quienes somos? ¿Cómo sino recuperar el verdadero orgullo femenino?
Que no es ni mucho menos, el que el hombre nos ha hecho creer que es. 

El tercer poder femenino, en el próximo blog. 


Margarita Basi.


            

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