miércoles, 11 de enero de 2017



            IDENTIDAD EXTERNA, IDENTIDAD              INTERNA.

¿Dónde reside nuestra verdadera identidad? .
Todos reconocemos que somos en gran parte producto de nuestra historia, genética, educación, entorno espacial, etc.... Y en una pequeñísima proporción, el resultado de todas ellas mezclado con nuestra identidad interna.
¿Y que es la identidad interna? Para mí es aquella energía o fuerza interior que yace inmutable, serena y sabia. Independientemente de si los factores externos que he mencionado, nos son más o menos favorables para la construcción de una satisfactoria y sana identidad.
¿Hay una sana y satisfactoria identidad? ¿Y si la hay de que depende? ¿Con que la contrastamos para considerarla apta y buena? 

Si es como parece, y estamos tan condicionados por elementos externos a nosotros mismos que a nuestra autentica y genuina identidad. Parece lógico pensar, que el ser humano va a estar mucho más influenciado por los constructos externos que por
otros más profundos e internos a la hora de construir su identidad.

Por esta razón los individuos, nos vemos más azotados por los va y vienes estéticos, culturales, intelectuales, de género, sexuales, económicos, sociales, etc... más que acompañados por ellos.
Nos irrita, asusta o incomodan esas diferencias en otros seres humanos. Y al hacerlo bloqueamos nuestra identidad interna, la única con capacidad de obviar esos rasgos más superficiales, y centrarse y conmoverse por otras cualidades más autenticas y no contaminadas por creencias, prejuicios, normas, hábitos, etc....
Como es sentir placer y curiosidad (cosa ésta última siempre gozosa), por conocer las motivaciones, ideologías y sentires de otros sujetos distintos en apariencia, pero iguales en humanidad a nosotros. Para ayudarles a perseverar y a cuidar sus idiosincrasias, de la misma manera que a nosotros nos gustaría que ellos hicieran con las nuestras.

Llegar  a hacer algo así, no de una forma puntual sino como una rutina establecida a nivel mundial, tan solo sería posible, en el caso de que toda la humanidad lograra tener sus mínimas necesidades cubiertas, algo impensable actualmente.
¿Cómo vamos a desterrar las tres fuerzas naturales que desde tiempos inmemoriables, han motivado  la identidad humana?
El poder de liderazgo, el miedo y pereza a ser sujetos libre pensadores y libre actores de nuestras vidas y el poder económico que mueve a todas ellas. 
¿Si antes no ofrecemos a quienes no poseen nuestras mismas capacidades, ni entorno adecuado para desarrollarlas, una renta básica,para sentirse dignos y cuidados por quienes pudiendo hacerlo, no lo hacen?  

Mi profesora de filosofía, hace que estos y otros temas similares lleguen a conmoverme de tal forma, que tenga la necesidad de cuestionarme y a veces revelarme contra situaciones que hasta ahora, ni siquiera era capaz de observar y mucho menos sentir.

Quizás algún día, la raza humana consiga antes de extinguirse ofrecerse el mayor regalo de su propia historia.
Y ser capaces de ir arrancando las distintas capas identificatorias, superficiales e innecesarias muchas veces. Contaminadas por creencias y rituales que se basan en marcar las diferencias visibles, más que en señalar las similitudes internas de las que todo ser humano está hecho: nuestra capacidad de sentir placer al ofrecer ayuda y cuidado para perseverar las ideologías y valores que constituyen la base de la identidad interna de otras personas.

Tan solo partiendo de un bienestar físico y emocional y relacionándonos con otros sujetos, no desde la información superficial y externa, sino desde un sentimiento de reconocimiento de su dignidad tan solo por ser sujetos humano. Podremos desarrollar el hábito de no solo sentir un inmenso placer por ello, sino de experimentar un gran conocimiento y sabiduría, al aprender de otros individuos,distintas formas de afrontar la vida, sin que eso suponga ninguna amenaza para la preservación de nuestra identidad, ya que habremos aprendido que la que realmente importa y nos hace libres y dignos, es la identidad interna. 
Aquella en la que todos podemos vernos reflejados, y a la vez respetados como genuinos.

Una quimera, quizás. Pero no por ello dejaré de sentirla. 


Margarita Basi.      

    
  

                                          

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