martes, 31 de enero de 2017



            EL TERCER PODER FEMENINO

Es el poder ancestral. Este tercer poder, tiene su origen en aquella autoridad primigenia con las que las mujeres prehistóricas y de la edad antigua, se relacionaban con su entorno y congéneres.
Los valores patriarcales de dominio y sumisión por parte del hombre hacia no solo las féminas, sino hacia cualquier hombre o territorio, aún no se habían instaurado ni manifestado.
Por ello es de suponer (existen pruebas y vestigios que así parecen confirmarlo), que las mujeres de aquel periodo tenían y ejercían otros valores y cualidades muy distintos a los actuales. 
La feminidad, se entendía como una mezcla de rasgos y hábitos femeninos y masculinos, dependiendo de la actividad que se estuviera realizando en cada momento.

Estos eran los valores por los que se regían las mujeres en aquella época, y sin los cuales ni hubieran sobrevivido y ni mucho menos, hubieran ejercido el respeto y la autoridad, que en muchos ámbitos de la comunidad tenían estas féminas.

A- Unión y hermandad entre las mujeres:

1- Se trataba de una unión vital. De supervivencia, y por tanto indisoluble. Una unión instintiva con la que las féminas antiguas establecían un código, no tan normativo sino logístico y de intendencia diaria. Así estando siempre en grupo, se protegían también de la agresividad masculina o de cualquier depredador natural.   
De esta forma, no necesitaban al hombre como proveedor de alimento o como medio para mejorar su calidad de vida. Pues entre ellas ya la tenían.

2- Esta hermandad les daba otro poder "el sexual". Estas mujeres no necesitaban convertirse en reclamos sexuales, porque no había nada bueno que conseguir con ello (más bien al contrario). Tenían sexo o relaciones sentimentales con quienes querían o sentían. Y no les importaba compartir esos instintos con el mismo hombre, pues no habían otros intereses de por medio.
Esta actitud generosa, condicionaba al hombre a no ver el sexo femenino como una posesión o algo en lo que ejercer un dominio o control. Sino como un bien libre, del que las féminas eran las únicas poseedoras y por tanto, las únicas con potestad de decidir que hacer con ese poder.  

3-  Y por último, gracias a ese respeto y protección que las féminas establecían entre ellas, desarrollaron unas capacidades altamente civilizadas y emocionalmente, superiores a los hombres: "El cuidado del ser".
Y no solo en el sentido biológico, como ser que puede gestar y dar vida. Sino en otra visión más profunda  Su don y habilidad para la conciliación, para compartir, para solucionar de forma inmediata problemas de la organización comunal, de la intendencia diaria, y por supuesto, y como consecuencia de ello. Su potente inteligencia emocional.
Todo ello hizo que durante miles de años, las comunidades prehistóricas y de los primeros estadios de la antigüedad, tuvieran en las mujeres los referentes más aptos, para desempeñar las funciones político-sociales, además de cumplir con su función biológica en la gestación y crianza de su prole.

Y aun así, mantenían alejado el instinto dominador y conquistador del hombre.       

  
B- Fuerza combativa:

Las mujeres antiguas vivan en un entorno hostil, donde los depredadores y las guerras de clanes eran algo habitual. Por esa razón entrenaban sus cuerpos, al menos, lo necesario para defenderse de ello, sin la protección masculina. Pues podían pasar semanas o más sin ellos, cuando iban de caza o a explorar territorios.
Estas mujeres conocían las técnicas más básicas de defensa y ataque con las que romperle los huesos a todo aquel que intentara violentarla a ella o a sus hijos.
Y si además iban en grupo, su poder era aún mayor.

C- Conexión con la naturaleza:

Las mujeres antiguas, establecían vínculos adaptatívos con su entorno, y no actitudes agresivas ni dominantes como los hombres hacían.
Para ellas la naturaleza era una fuente inagotable de recursos, con los que con un poco de observación y paciencia, se podían conseguir bienes muy útiles para sobrevivir y mejorar su calidad de vida.
Aprendieron las propiedades de las plantas. A Diferenciar las que eran venenosas de las que eran sanadoras. A conocer los ciclos lunares con los que guiarse para la siembra. El lenguaje de las nubes y el viento, con el que predecir sequías o lluvias. Así como el significado de los sonidos con los que los  animales expresaban sus necesidades. 
Porque de ello, dependía también su supervivencia.

Hoy día este poder podría equipararse, con la capacidad femenina de intuir y comprender los estados más sutiles y emocionales del ser humano. Y con ello su importantísima habilidad para conciliar, a través de destacar y señalar, aquello que a todos nos identifica como seres necesitados de dignidad, compasión y respeto.
Y no a través de la separación, de la diferencia y de la competitividad. 
Valores que hoy día rigen las relaciones humanas, creando más conflictos que bienestar. 

En el próximo blog, acabaré de desarrollar este tercer poder femenino. El ancestral.
Explicando las razones por las que las mujeres actualmente, no parecen estar dispuestas a abandonar el sistema patriarcal (pues siguen pensando en que pueden cambiarlo, sin antes ellas crear un sistema social propio), porque no se ven capaces de asumir las responsabilidades y los cambios en su calidad de vida, necesarios e imprescindibles para conseguirlo.

Margarita Basi.
       

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