jueves, 25 de junio de 2015




                                                LA HOMOSEXUALIDAD


Curiosamente en el pasado y en sociedades como la antigua Grecia clásica, la homosexualidad no era tan solo bien vista, sino que no experimentarla suponía en un hombre no haber alcanzado la madurez masculina necesaria, a la vez que representaba colocarse en un inferior escalafón cultural.
Las relaciones intimas entre hombres eran necesarias para desarrollar aspectos elevados de conciencia e intelecto, no solo eran vehículo de placeres carnales. Porque el hombre solo concebía a otro hombre como igual fuente de poder, sabiduría y excelencia personal, así pues era algo obvio y natural intimar profundamente en esas relaciones, pues hacerlo solo con mujeres tan solo aportaba un placer físico pasajero. Las mujeres entonces ni siquiera eran tratadas como ciudadanos libres ni como personas. Eran cosas con una utilidad concreta nada trascendente ni espiritual.

Las relaciones homosexuales se entendían como previo paso para alcanzar la verdadera masculinidad, aquella que solo entre hombres se puede conseguir.

Hoy día las familias siguen una pauta bastante patriarcal por norma general; el padre es el más ausente del núcleo familiar y sigue representando al proveedor y cuidador del sustento familiar, la madre por el contrario aunque trabaje fuera del hogar, es quién más tiempo pasa en él cuidando de los hijos: su educación, su salud, su afectividad..... Todo.
El hijo varón observa a su padre y ve en éste o a un ser desconocido y distante, a veces inaccesible o/y a un ser desvirilizado y despreciado porque no manda ni en su propia casa.

El hijo no encuentra en su padre los valores masculinos necesarios que éste requiere para afianzar una saludable masculinidad futura.
Los niños curiosamente aceptan mejor la autoridad maternal, que la sumisión, la falta de arrestos y de decisión de un padre absorbido por las preocupaciones del día a día y que solo desea llegar a casa y desconectar.
Cuando más sumiso es el padre y más permisivo en la educación de su hijo y menos presente está en esta fase de crecimiento, más autoritaria y castradora es la madre.
Entonces el pequeño varón alimentará en su inconsciente rabia y dolor hacia lo femenino porque éste lo asocia a su incapacidad de desarrollar su potencial masculino, ya que quién debería hacerlo, su padre, se retira de escena dejándolo solo a merced de su madre.

Este sentimiento y dependiendo de la sensibilidad y carácter del niño hará que éste tenga más probabilidades de sentirse atraído por el sexo masculino o se convierta en misógeno u homófobo.  

La sociedad actual intenta dotar a los futuros varones de ideales masculinos que desarrollen su virilidad olvidando, que ésta no se fragua en los campos de fútbol o en los rituales de iniciación brutales en donde el hombre debe resistir lo indecible si quieren demostrar a los demás su hombría. 
Donde la sana virilidad surge natural y bella, es a través de las adecuadas relaciones paternales que este varón haya tenido con sus progenitores.
Las actividades que creemos masculinas y que ensalzan valores como; la competitividad sin limites, la crueldad por rechazar a quienes su sensibilidad e inteligencia les impide seguir en esas actividades, etc.... Tan solo acaban socavando otros valores como la compasión, la empatía y la expresividad emocional en los varones, potenciando principios nada realistas con la verdadera identidad masculina.

"La masculinidad del mañana será no tanto el resultado de una ruptura brutal con el mundo femenino pero no por ello dejará de existir con su propia fuerza y fragilidad". Elisabeth Badinter.  


Margarita Basi. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario