lunes, 1 de junio de 2015




                          LA VIDA NACE Y SE NUTRE EN FEMENINO
                       
                                  Y SE CONSTRUYE EN MASCULINO.


Según Robert A. Jhonson en su libro "Él", la mujer tiene el poder de educar, nutrir construir, destruir, restituir y moldear la incipiente capacidad emocional y femenina del futuro hombre.
Ese poder silencioso, desvalorado y sobretodo devaluado (pues directamente y a primera vista no es productivo ni competitivo a la hora de dar beneficios económicos), es inmensamente poderoso.
Pues dependiendo de su influencia, los hombres del futuro serán más o menos sensibles y emocionalmente capaces de cocrear en un mundo fácilmente destuctible y corruptible, si no se utiliza bien esa fuerza intangible que decanta la balanza de una vida, hacia un lado o hacia otro.  
Las mujeres nos quejamos de la pobreza emocional del hombre, sufrimos las primeras las consecuencias brutales de ello con agresividad y hasta violencia. Pero aun no somos conscientes de que solo en nuestras manos está el poder y la capacidad de transformar esa fuerza destructiva en otra constructiva y positiva no solo para nosotras sino para el mundo.
Criamos a nuestros hijos en prejuicios y en creencias opsoletas pero sobretodo les sobreprotegemos tanto que castramos su incipiente virilidad, cuando con ya más de diez años no los empujamos hacia brazos masculinos ( sean del padre o de otra figura cercana) para ser iniciados en el mundo masculino a los que solo ellos pertenecen y nosotras no. Las mujeres queremos pertenecer a su mundo y solo permitimos que entren en el nuestro cuando nosotras lo deseamos. ¿Es eso justo?
A los hombres casi les obligamos a interactuar en nuestro mundo femenino, feminizando su ya débil masculinidad, y encima les castigamos o les mostramos nuestra decepción cuando ellos intentan de vez en cuando, entrar en su masculinidad a través de compartir su escaso tiempo con otros hombres.

Nuestros hombres no van a ser más sensibles y emocionales porque los arrastréis hacia vuestras faldas o habléis mal o ridiculicéis a los padres de vuestros hijos delante de ellos. Al contrario, tan solo seguiréis alimentando el circulo vicioso ya existente.
Sin embargo si aprendéis a vivir sin su manto protector para lo que os interesa, porque sois tan o más hábiles que ellos mismos. Si educáis a vuestros varones desde la admiración y el orgullo masculino que sentís hacia sus padres, si les dejáis más a solas con sus padres u otros hombres que les den la imagen viril en la  que necesitan reflejarse (y que obviamente vosotras no podéis darles).
Entonces solo entonces empezaremos a disfrutar del poder viril creativo, solidario, fuerte y emocionalmente estable de unos hombres que habrán recuperado su profunda masculinidad.
Y así como habrán recibido de nosotras el buen alimento emocional, ellos nos lo devolverán construyendo un mundo más humano y menos material.

Margarita Basi.  

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