martes, 10 de marzo de 2015


                     

                                      CAPITULO V         

                                                         


"Sentirse diferente en la infancia es un problema pero en la edad adulta, es un privilegio."


Carlota se sentía diferente del resto de las niñas, su miedo e inseguridad ante la vida y ante todo lo que formaba parte de ella, la hacía tener una actitud defensiva y ansiosa que solo hacia que empeorar su inquietante relación con sus padres. 
Cuanto más ella reclamaba su presencia, más éstos se alejaban de ella. 
Los finales de curso eran el momento idóneo  para que las niñas pudieran mostrar a sus padres las habilidades creativas que poseían, bien fuera a modo de representar una coreografía, una obra de teatro, un concierto o un recital de poesía.
Todas estaban expectantes e ilusionadas con los preparativos, todas excepto Carlota a quién tan solo sus abuelos iban a verla actuar.
"Yo me sentía torpe, fea, rara; no me gustaba participar en esos actos, no me hacía ilusión. Tampoco quería quedarme a mirar el espectáculo, solo deseaba irme a casa cuanto antes".

Carlota era una desconocida para sus padres, ellos nunca supieron ver más allá de la superficie borde, malcarada, rabiosa llorona y payasa que ella creó para preservar su verdadera identidad; sutil, emotiva, femenina, nostálgica, creativa e introspectiva.    
De igual modo Carlota iba avivando esa sensación de disparidad y diferenciación absoluta con sus progenitores, cada año que pasaba alejándose, más y más de unos padres que no sabían hablar su idioma.

Carlota me decía que su padre casi nunca hablaba de cosas importantes con ellos y cuando tenía que hacerles llegar alguna información importante lo hacia  a través de su madre. Esta tampoco era muy hábil en comunicar, su idea de la comunicación era dar órdenes y que éstas se obedecieran. No había  más.

La madre de Carlota solía dejarle encima de la mesa de trabajo de su habitación, recortes de periódicos o revistas con noticias sobre abortos en adolescentes, jóvenes muertos por la adicción a las drogas, trata de blancas o chicas violadas. Nunca se sentó a hablar de ello con ella.
Eso fue algo que me dejó bastante descolocada, ¿Que clase de comunicación había en aquella familia?

Carlota tenía dieciséis años. Aquella tarde debía estar en casa a las diez pero llego casi una hora más tarde, al llamar a la puerta de su casa pensó que le caería una buena bronca por no haber avisado.
Su madre abrió la puerta y antes de que Carlota le pudiera pedir perdón, recibió una bofetada en toda la cara que le hizo tambalear, rápidamente corrió a encerrarse en su habitación llorando sin mirar si su madre la seguía. Creyó que estaría a salvo en su cuarto pero a los dos segundos de entrar en él, su padre apareció desencajado y levantando su brazo, Carlota incrédula vio como éste se precipitaba hacia su cara con toda la contundencia que hasta ahora desconocía en su padre. Sus reflejos la salvaron y pudo llegar a tiempo para taparse la cara con su antebrazo, quién recibió el duro golpe.
Al instante llegó su madre llorando y gritando y diciendo  que no la pegara más  pues era un asunto entre ella y su hija. El padre salió de la habitación de Carlota sin decir palabra.
Carlota me dijo que fue aquella la única vez en que había visto a su madre tomar partido por ella y responsabilizarse de una situación crítica. Claro que hasta entonces su padre jamás la había pegado.
"Vi a mi madre tan débil y sin armas, como una niña que no sabe que hacer. Me di cuenta que a su manera me quería pero no sabía que hacer con ello".
"Sentí una sensación muy rara; lástima por mi madre pero ningunas  ganas de abrazarla o besarla"
 Yo le pregunté a Carlota si a pesar de aquel incidente aislado con su padre, guardaba al menos un buen recuerdo de él.

Ella me dijo que hasta entonces creía que con su padre no había sentido tantas carencias afectivas como tuvo con su madre, sin embargo empezó a recordar como la obsesión de su padre por que no les faltara de nada a la familia, (se entiende en lo material) lo mantuvo en un estrés continuo que lo alejaba del contacto intimo y familiar con ellos. Hasta el punto de invertir las prioridades afectivas que pasaron a un segundo plano, proyectando más luz en el éxito profesional y social. Pero las luces crean sombras inevitablemente.

Margarita Basi.  
                  
    


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