miércoles, 18 de marzo de 2015




                   

                            EL HOMBRE Y SU "ANIMUS FEMENINO"      


Según algunos psicólogos, de nuestra madre (o figura femenina que nos crió) aprendemos a explorar nuestro mundo interior, lo emocional. Y de nuestro padre aprendemos a como  exponernos al mundo exterior, la acción e imagen que ofrecemos a los demás.
Dos fuerzas aparentemente opuestas que nos construyen como individuos plenos y equilibrados, siempre y cuando ambas energías hayan sido durante la infancia sabiamente expresadas al niño.
Con amor, sentimiento, fuerza y límites.

El ying y el yang, el animus femenino y masculino, la fuerza interior y exterior, lo sutil y flexible ante lo evidente y rígido, el erotismo y la sensualidad frente a la mecánica sexual....

Cuando una mujer o un hombre actúan y sienten tan solo desde una de estas dos principales  fuerzas vitales como suele ser habitual, se desequilibran, sufren y hacen padecer a los demás.

Mientras las mujeres no restauremos nuestra pena y vacío emocional por no haber sido objeto de la atención, cariño o limites de nuestros padres, no dejaremos de cometer los mismos errores y caer en las mismas trampas que nos devuelven, una y otra vez a relacionarnos con hombres poco adecuados con los que establecer buenas y estables  relaciones sentimentales, por ejemplo.
Porque seguiremos viendo en ellos (esos hombres) la excusa perfecta para justificar nuestra pena o para responsabilizar de ella a nuestra pareja.
No, somos nosotras las que independientemente de lo que bien seguro nuestros compañeros tengan también que mejorar y superar, las que hemos de aceptar nuestra carencia y dejar de ocultarla o removerla sin sentido alguno. 
 
Aceptar es amar pero no con resignación, sino con alegría y emoción.
Porque la ausencia de cariño durante la infancia no puede suplirse con la fuerza exterior; masculina, racional, sexual, materialista, intelectual.... Sino únicamente con la fuerza interior;femenina, emocional, sensual, solidaria, intuitiva y creativa.
Esta fuerza existe también en el hombre, a la que C. Jung llamó el "Animus femenino".
Para hacerlo hemos de penetrar sin miedo en nuestro inconsciente y arrancarle de cuajo todos nuestros fantasmas, sombras y símbolos indescifrables, y eso es solo posible cuando aceptamos que nuestra capacidad para amar es infinita y por tanto no se reduce tan solo a lo estético, formal y socialmente aprobado. Si no que va más allá ofreciéndonos la posibilidad de crearnos  una nueva   identidad que se siente orgullosa de ser especial, sensible, introspectiva y más sabia que antes.
Porque ya no vive para explicarse los motivos de su pena, sino que vive para sentir y gozar de la magia y sensualidad que fluye de su pensamiento creativo, precisamente en los momentos en los que la nostalgia llama a su puerta.

Cada uno sabrá encontrar un motivo especial  y único a su personalidad y darle la forma positiva y vital que desee.

Las carencias afectivas en la infancia son tan potentes que pueden acabar con nuestro inmenso potencial creativo o por el contrario y si sabemos transformar ese sentimiento en abundancia, darnos la fuerza necesaria para hallar nuestro don, gracia o  genuina virtud.

Decidir una u otra opción  depende de ti.

Margarita Basi.                                      

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