martes, 31 de marzo de 2015




         LOS ARQUETIPOS MASCULINOS Y FEMENINOS
                    SEGÚN LAS DEIDADES GRIEGAS.
            


Hace unos años descubrí dos libros apasionantes: "LAS DIOSAS DE CADA MUJER" Y "LOS DIOSES DE CADA HOMBRE" de la escritora y psiquiatra Jean Shinoda Bolen.
En estos libros Shinoda describe y explica como los arquetipos mitológicos de las deidades griegas, marcan, definen e impulsan las bases primarias de nuestra psicología y carácter, inclinándonos
a seguir una determinada  pauta a la hora de procesar y percibir nuestra realidad, así como  mostrarnos a los demás y sentirnos a nosotros mismos.
Según la psicología Jungiana estos arquetipos no solo representan las tendencias básicas del carácter humano; extrovertido, introvertido, mentales, emocionales.... Sino que también profundizan en la raiz de muchos traumas y desequilibrios emocionales que han ido formando parte de ese "inconsciente colectivo" a lo largo de la historia de la humanidad, y que si no han sido resueltos y perdonados siguen perpetuándose generación tras generación.
En los próximos días iré presentando los distintos arquetipos empezando por los masculinos. Será un breve resumen de cada uno de ellos pero suficiente como para que cada lector pueda  descubrir a cual de ellos pertenece. Normalmente una persona posee la influencia de entre dos y tres arquetipos, sin embargo solo hay uno predominante entre ellos, siendo los demás secundarios y por tanto menos presentes en su carácter o forma de ser.
En estos arquetipos el lector observará claramente que tendencia, pulsión o instinto le lleva a sentirse o no atraído hacia un cierto tipo de perfiles personales, emocionales, sexuales etc...
De esta manera el lector entenderá mejor su estilo afectivo y sentimental así como el de su pareja o demás personas que conoce, posibilitando quizás un mayor entendimiento y aceptación de los mismos. 

Los arquetipos masculinos principales según las deidades griegas son:     
Zeus; Poseidón; Hades; Apolo; Hefesto; Hermés; Ares y Dionisios.

Los arquetipos o Dioses se dividen en mentales o emocionales:

Mentales: Zeus, Apolo y Ares.
Emocionales: Poseidón, Hades, Hefesto y Dionisios.

Hermés posee ambos atributos ya que era el Dios que conectaba el mundo terrenal y de los dioses. 

El próximo día Zeus.      

Margarita Basi.

miércoles, 25 de marzo de 2015

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                        EL CORAZÓN NO TIENE SEXO       

  

A mi entender existen dos condiciones básicas que generan y aumentan los malentendidos, la dificultad comunicativa y en definitiva el buen desarrollo de sanas y maduras relaciones amorosas entre dos personas: tener distinto sexo y sentir atracción por el sexo opuesto.

Una pareja del mismo sexo es probable que ,a pesar de tener que aprender a convivir y a manejar los sentimientos que provengan de alguien distinto a él, con creencias y valores propios que quizás estén lejos de los suyos, dispone de una naturaleza e identidad común: su genero sexual. Es por ello que entenderá con más facilidad las actitudes y rasgos más característicos del mismo , al fin y al cabo comparten mucho en común: la visión o enfoque  más femenina o masculina con la que tratan de comprender la vida.
Una pareja de distinto sexo tiene más dificultades en este sentido, y quizás sea esta diferencia paradójica, la que hace que esas conexiones que se establecen entre ellos, sean tan trascendentales y significativas en nuestras vidas.
El tremendo esfuerzo que las parejas heterosexuales han de hacer para aceptar la absoluta contradicción que representa nuestro opuesto sexual, el vacío y frustración que se crea entre  intereses y sensibilidades tan dispares y por último la atracción tan frenética que desprenden ambos cuando por unos instantes, logran sentirse solo uno para volver de inmediato a alejarse como si su destino fuera jugar eternamente al escondite, es definitivamente mucho más frecuente entre  amantes de distinto sexo.

Nadie a dicho que vaya a ser fácil restaurar unas relaciones que llevan años enconadas en el miedo, la pena o la manipulación, pero si  es imposible si tenemos en cuenta que el ser humano lleva en su contradicción biológica y emocional, la llave que abre el único punto en común con todos ellos: "su corazón, símbolo de su alma inquebrantable y potencialmente capaz de amar por encima de su ego".

Margarita Basi. 
    

lunes, 23 de marzo de 2015

                         


                               QUERER NO ES AMAR


                                    
                                   
"Amar es desear conocer y darnos a conocer a los demás sin restricciones, querer es desear cambiar lo conocido para hacerlo nuestro".

En la entrevista de la contra de la vanguardia del pasado viernes 20 de marzo, Fady Bujana explicaba entre otras cosas como las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres, devienen trascendentales y decisivas en tanto que dependiendo de la calidad y buena salud de las mismas, tendremos o no una sociedad libre de violencia, dialogante y solidaria con sus ciudadanos. 
También apuntaba como única responsable de el exceso de agresividad, frialdad, materialismo y falta de empatia social a la carencia de intimidad en las relaciones humanas.
Bujana afirma que el problema en las relaciones no está en la pasión, en la fuerza vital que es intrínseca a todo ser humano, más bien al contrario pues el ardor y motivación son imprescindibles para dar forma y poner en marcha nuestros deseos y acciones.
El conflicto aparece cuando quién ejerce esa pasión, no ha resuelto sus conflictos internos emocionales provocando entonces el desastre. Entonces la sociedad envía el mensaje de que la pasión es dañina para el individuo y para protegerlo de ella le convence de que ha de dejarse guiar desde la protección gregaria y educadora que ésta ejerce sibilinamente al conjunto social.

Mientras el hombre y la mujer no despierten del falso sueño controlador que ejerce la sociedad sobre ellos, no se darán cuenta de que son individuos libres y autónomos en pensamiento y obra, y que existen tantas creencias como personas habitan la tierra y que no existe una única verdad sino la de cada uno, y que ésta cambia y evoluciona continuamente a través de  nuestras experiencias. Por esta razón es de gran utilidad cambiar nuestras rutinas, relaciones, vivencias etc.... Pues nos hacen más flexibles y tolerantes a los cambios.  
Bujana nos dice que nuestra sociedad es un claro reflejo de esa falta de intimidad que existe entre nosotros. Y no la cambiaremos hasta que sintamos más miedo por el drama de vivir sin respeto hacia el otro y en una agresividad o manipulación continua, que por abrir nuestro corazón y nuestros verdaderos sentimientos en nuestras relaciones. 
La clave esta en relacionarnos desde la intimidad es decir; desde la humildad, la tolerancia, la libertad, la pasión ,la empatia y la introspección.
Y dejar de seguir comunicándonos a través de la conquista, la agresividad, la rigidez, la intolerancia, la frialdad, la ocultación de sentimientos, el victimismo o la manipulación.

Hasta ahora la mayor parte de la  humanidad se ha encadenado más que relacionado, porque nos hemos tratado como pura mercancía a la que se debe rentabilizar y hacer competitiva.
Las personas no deberíamos ser objeto de explotación donde lo más importante es el valor económico que  aportamos a la sociedad, y a partir de aquí otros están en su derecho de juzgar, medir y contabilizar nuestra eficacia o provecho según sus propios intereses. Pero lamentablemente esta es la realidad.
Un claro reflejo o descripción de lo que suelen ser las relaciones de pareja: Poseer al "amado" para satisfacer más mi propio interés que el mutuo.
Intimar y respetar es amar y nada tienen que ver con "querer".
Sabemos muy bien como querer, desear, anhelar, pretender, aspirar, ambicionar, decidir.... Pero muy pocos son los que saben amar ya que conocen muy bien la diferencia. 

Bujana es muy claro al respecto y acaba su entrevista con esta preciosa frase que resume por completo la totalidad del texto:

"Si aceptas que la base de cualquier relación es el conflicto y decides gestionarlo surge el respeto al otro, y eso significa querer conocerlo y darte a conocer sin restricciones".   

¿Alguien alguna vez se ha interesado en conocer tu verdadera intimidad: tus pasiones, anhelos, miedos, sombras, traumas, recuerdos infantiles; tu verdadera identidad?
¿Quizás no pudo hacerlo porque ni siquiera tu conocías tu propia intimidad?    
¿Has amado tu alguna vez a alguien así?  
¿Entiendes ahora mejor que pedimos y nos lamentamos por amor cuando no estamos siempre en condiciones de hacerlo?

Margarita Basi.     


  

miércoles, 18 de marzo de 2015




                   

                            EL HOMBRE Y SU "ANIMUS FEMENINO"      


Según algunos psicólogos, de nuestra madre (o figura femenina que nos crió) aprendemos a explorar nuestro mundo interior, lo emocional. Y de nuestro padre aprendemos a como  exponernos al mundo exterior, la acción e imagen que ofrecemos a los demás.
Dos fuerzas aparentemente opuestas que nos construyen como individuos plenos y equilibrados, siempre y cuando ambas energías hayan sido durante la infancia sabiamente expresadas al niño.
Con amor, sentimiento, fuerza y límites.

El ying y el yang, el animus femenino y masculino, la fuerza interior y exterior, lo sutil y flexible ante lo evidente y rígido, el erotismo y la sensualidad frente a la mecánica sexual....

Cuando una mujer o un hombre actúan y sienten tan solo desde una de estas dos principales  fuerzas vitales como suele ser habitual, se desequilibran, sufren y hacen padecer a los demás.

Mientras las mujeres no restauremos nuestra pena y vacío emocional por no haber sido objeto de la atención, cariño o limites de nuestros padres, no dejaremos de cometer los mismos errores y caer en las mismas trampas que nos devuelven, una y otra vez a relacionarnos con hombres poco adecuados con los que establecer buenas y estables  relaciones sentimentales, por ejemplo.
Porque seguiremos viendo en ellos (esos hombres) la excusa perfecta para justificar nuestra pena o para responsabilizar de ella a nuestra pareja.
No, somos nosotras las que independientemente de lo que bien seguro nuestros compañeros tengan también que mejorar y superar, las que hemos de aceptar nuestra carencia y dejar de ocultarla o removerla sin sentido alguno. 
 
Aceptar es amar pero no con resignación, sino con alegría y emoción.
Porque la ausencia de cariño durante la infancia no puede suplirse con la fuerza exterior; masculina, racional, sexual, materialista, intelectual.... Sino únicamente con la fuerza interior;femenina, emocional, sensual, solidaria, intuitiva y creativa.
Esta fuerza existe también en el hombre, a la que C. Jung llamó el "Animus femenino".
Para hacerlo hemos de penetrar sin miedo en nuestro inconsciente y arrancarle de cuajo todos nuestros fantasmas, sombras y símbolos indescifrables, y eso es solo posible cuando aceptamos que nuestra capacidad para amar es infinita y por tanto no se reduce tan solo a lo estético, formal y socialmente aprobado. Si no que va más allá ofreciéndonos la posibilidad de crearnos  una nueva   identidad que se siente orgullosa de ser especial, sensible, introspectiva y más sabia que antes.
Porque ya no vive para explicarse los motivos de su pena, sino que vive para sentir y gozar de la magia y sensualidad que fluye de su pensamiento creativo, precisamente en los momentos en los que la nostalgia llama a su puerta.

Cada uno sabrá encontrar un motivo especial  y único a su personalidad y darle la forma positiva y vital que desee.

Las carencias afectivas en la infancia son tan potentes que pueden acabar con nuestro inmenso potencial creativo o por el contrario y si sabemos transformar ese sentimiento en abundancia, darnos la fuerza necesaria para hallar nuestro don, gracia o  genuina virtud.

Decidir una u otra opción  depende de ti.

Margarita Basi.                                      

jueves, 12 de marzo de 2015


                           CAPITULO VI Y ULTIMO.


Sabes Carlota le dije mientras hacíamos un descanso durante la clase, a veces responsabilizamos de nuestras carencias solo  a uno de nuestros progenitores, a aquel al que nos es más fácil culpabilizar porque al otro no sabemos como llegar ni enfrentarnos.

No hablas mucho de tu padre, es cierto que con él no  habían tantas fricciones que con tu madre pero eso no significa que no tuvieras deudas pendientes con él. ¿No crees?
Carlota abrió sus expresivos y rasgados ojos que empezaron a brillar por el reflejo que la luz hacía en sus incipientes lágrimas.
Yo le pase mi brazo por encima de su hombro y le di unas palmaditas en la espalda, ella me dio su mano y con la otra apretó y sostuvo la mía  un buen rato, mientras esbozaba una tierna sonrisa de Gioconda. Entonces me dijo:

"Mi padre fue un buen hombre pero no podía entender mi absoluta falta de convencionalismo y mi total despreocupación por mantener una buena reputación y por el que dirán... Tampoco pudo mostrar ni a mi ni a nadie su impresionante sensibilidad y profundos sentimientos, que ocultaba tras una imagen de  impecable "dandy", educado y exquisito hasta extremos  poco naturales que con el tiempo le llevaron a padecer una grave enfermedad".

Carlota  me explicó que su padre sufría en silencio; debía mostrar al mundo una imagen de hombre duro y racional, cuando en verdad era un hombre suave, gentil y muy emocional. Con tan solo dieciséis años participó en la guerra civil, aquello le trastornó y traumatizo de tal manera que dedicó el resto de su vida a ocultar cualquier rastro de aquel infernal episodio, sin saber que al hacerlo renunciaba también a sentir la vida, a los suyos y a si mismo. Creando más sombras internas que compensó trabajando tan solo el aspecto económico y social que le llevaron a tener una vida exitosa y envidiable para los demás.  

"Mi padre que lo tenia todo lloraba en la soledad de su habitación y yo aún joven, no entendía el porque de aquel duelo sin razón aparente. A veces pensaba que podía sentirse infeliz por no haber tenido los hijos que él hubiera deseado tener. Yo era consciente de que tanto mi hermano como yo no eramos el prototipo ideal de orgullo paterno, al menos para mi padre".
"Mi padre hubiera querido que yo me relacionara con los hijos pijos, superficiales y previsibles de sus amigos igualmente pijos, superficiales e hipócritas que comulgaban con ideas cristianas de cara a la galería pero que luego olvidaban fácilmente cuando éstas se interponían en sus otros intereses más terrenales".
"Recuerdo a mi padre mostrarse a veces irrespetuoso con mi madre cuando ésta hacía algo que a él le molestaba y le decía: "A ver si haces algo, que te pasas el día sin hacer nada".
¿Cómo te sentías al oírlo? Le pregunté a Carlota.

"Al principio solo me incomodaba, porque eran pocas las veces que le hablaba de este modo, pero con el tiempo fue creciendo en mi un malestar que se convirtió en bloqueo absoluto hacia cualquier forma de intento por parte de un hombre, de decirme lo que yo debía o no hacer con mi vida.
Además a mi padre le disgustaba mi forma libre y genuina de relacionarme con los hombres, a los que yo no consideraba un fin en sí mismos sino más bien un deleite",
No te comprendo, ¿Que quieres decir con esto?
"Pues que yo no buscaba un marido o padre para mis hijos como objetivo final de mis relaciones con ellos, sino disfrutar no solo del sexo que me encantaba, sino de ser amada, deseada, mimada y atendida como único fin. Lo que me faltó en la infancia lo busqué en los hombres".
¿Y eso a tu padre no le gustaba?
"En absoluto, yo me comportaba como un Don Juan que crecía  y se iluminaba cada vez más en cada relación amorosa que construía. No era frívola mas bien todo lo contrario pero en un mundo machista y patriarcal, una mujer así no es bien vista y más si pertenecía  a la alta burguesía rancia catalana.  
Yo no quería formar una familia yo solo pretendía amar y ser amada por un hombre y mantenerme libre de él." 
¿Y aún sigues pensando igual?
"Referente al amor pienso que antes de querer ser amada has de aprender a amar."
¿Acaso a amar se debe aprender?
"Si, incluso a los hijos. Una cosa es amar instintivamente a tu sangre y otra muy distinta hacerlo sin traumas y sin carencias afectivas del pasado que te condicionan a transmitirles esas mismas faltas y conflictos."
"Si no te han amado  de pequeño o no te lo han sabido transmitir puedes aprender tu mismo a hacerlo, pero es muy difícil y requiere mucha valentía y humildad pero se puede conseguir.
Yo estoy en ello y creo que lo estoy consiguiendo; has de aceptar tu vacío y tu pena y transformarla en una virtud y en un don, solo así puedes recuperar la confianza en el amor que te ofrecen los demás".

"Mi padre solía decirme cuando se enfadaba conmigo, que no encontraría a nadie que me quisiera, porque era inaguantable. Yo le hice caso y elegí parejas conflictivas que no me amaban para cumplir su mandato."
Ahora se que antes de encontrar un hombre libre y tolerante como yo soy ahora, he de aceptar mi dolor no como algo negativo sino como un rasgo que me aporta una identidad especial; rica en emociones y basta y amplia en sensaciones donde dejo navegar mis pensamientos, aunque al hacerlo sienta cierta nostalgia y tristeza. Porque son parte de mi misma, de mi vida y de mis raíces más profundas. 

Agradezco a mis padres este legado, si él no sería la persona que ahora soy y amo profundamente."       

¿Porque somos hombres y mujeres tan  reacios a aceptar nuestras diferencias?
Porque los hombres se pasan la vida intentando comprender la vida y las mujeres intentando sentirla, por eso ellos son más ricos y ellas más sabias. 

Gracias Carlota, has sido un ángel que el cielo me ha enviado en un momento muy difícil y complicado, me has enseñado a ver más con el corazón que con los ojos de la razón.   

Margarita Basi.             

martes, 10 de marzo de 2015


                     

                                      CAPITULO V         

                                                         


"Sentirse diferente en la infancia es un problema pero en la edad adulta, es un privilegio."


Carlota se sentía diferente del resto de las niñas, su miedo e inseguridad ante la vida y ante todo lo que formaba parte de ella, la hacía tener una actitud defensiva y ansiosa que solo hacia que empeorar su inquietante relación con sus padres. 
Cuanto más ella reclamaba su presencia, más éstos se alejaban de ella. 
Los finales de curso eran el momento idóneo  para que las niñas pudieran mostrar a sus padres las habilidades creativas que poseían, bien fuera a modo de representar una coreografía, una obra de teatro, un concierto o un recital de poesía.
Todas estaban expectantes e ilusionadas con los preparativos, todas excepto Carlota a quién tan solo sus abuelos iban a verla actuar.
"Yo me sentía torpe, fea, rara; no me gustaba participar en esos actos, no me hacía ilusión. Tampoco quería quedarme a mirar el espectáculo, solo deseaba irme a casa cuanto antes".

Carlota era una desconocida para sus padres, ellos nunca supieron ver más allá de la superficie borde, malcarada, rabiosa llorona y payasa que ella creó para preservar su verdadera identidad; sutil, emotiva, femenina, nostálgica, creativa e introspectiva.    
De igual modo Carlota iba avivando esa sensación de disparidad y diferenciación absoluta con sus progenitores, cada año que pasaba alejándose, más y más de unos padres que no sabían hablar su idioma.

Carlota me decía que su padre casi nunca hablaba de cosas importantes con ellos y cuando tenía que hacerles llegar alguna información importante lo hacia  a través de su madre. Esta tampoco era muy hábil en comunicar, su idea de la comunicación era dar órdenes y que éstas se obedecieran. No había  más.

La madre de Carlota solía dejarle encima de la mesa de trabajo de su habitación, recortes de periódicos o revistas con noticias sobre abortos en adolescentes, jóvenes muertos por la adicción a las drogas, trata de blancas o chicas violadas. Nunca se sentó a hablar de ello con ella.
Eso fue algo que me dejó bastante descolocada, ¿Que clase de comunicación había en aquella familia?

Carlota tenía dieciséis años. Aquella tarde debía estar en casa a las diez pero llego casi una hora más tarde, al llamar a la puerta de su casa pensó que le caería una buena bronca por no haber avisado.
Su madre abrió la puerta y antes de que Carlota le pudiera pedir perdón, recibió una bofetada en toda la cara que le hizo tambalear, rápidamente corrió a encerrarse en su habitación llorando sin mirar si su madre la seguía. Creyó que estaría a salvo en su cuarto pero a los dos segundos de entrar en él, su padre apareció desencajado y levantando su brazo, Carlota incrédula vio como éste se precipitaba hacia su cara con toda la contundencia que hasta ahora desconocía en su padre. Sus reflejos la salvaron y pudo llegar a tiempo para taparse la cara con su antebrazo, quién recibió el duro golpe.
Al instante llegó su madre llorando y gritando y diciendo  que no la pegara más  pues era un asunto entre ella y su hija. El padre salió de la habitación de Carlota sin decir palabra.
Carlota me dijo que fue aquella la única vez en que había visto a su madre tomar partido por ella y responsabilizarse de una situación crítica. Claro que hasta entonces su padre jamás la había pegado.
"Vi a mi madre tan débil y sin armas, como una niña que no sabe que hacer. Me di cuenta que a su manera me quería pero no sabía que hacer con ello".
"Sentí una sensación muy rara; lástima por mi madre pero ningunas  ganas de abrazarla o besarla"
 Yo le pregunté a Carlota si a pesar de aquel incidente aislado con su padre, guardaba al menos un buen recuerdo de él.

Ella me dijo que hasta entonces creía que con su padre no había sentido tantas carencias afectivas como tuvo con su madre, sin embargo empezó a recordar como la obsesión de su padre por que no les faltara de nada a la familia, (se entiende en lo material) lo mantuvo en un estrés continuo que lo alejaba del contacto intimo y familiar con ellos. Hasta el punto de invertir las prioridades afectivas que pasaron a un segundo plano, proyectando más luz en el éxito profesional y social. Pero las luces crean sombras inevitablemente.

Margarita Basi.  
                  
    


lunes, 9 de marzo de 2015

     



                                                        CAPITULO IV

"A  AMAR SE APRENDE Y NUNCA ES TARDE PARA ELLO"

La profesora que detectó la profunda tristeza que expresaba Carlota a través de pintar aquel payaso de riguroso luto, se llamaba Mª Eugenia. Ella fue junto con su abuela las únicas personas que supieron leer entre lineas y no se dejaron llevar por lo aparente y externo que transmitía Carlota, sino que fueron más allá de sus rabietas y silencios, de sus arranques de ira o de miedo y detectaron un gran y sensible corazón que pedía a gritos ser atendido, tan solo eso.
Mª Eugenia habló con la madre de Carlota y le propuso dar a su hija clases particulares. 
Carlota me dijo que con los años se dio cuenta de que la verdadera intención de Mª Eugenia con ella, no era tan solo ayudarla con los estudios sino que su dedicación iba más allá. Aquella profesora la escuchaba con una atención y empatía que eran totalmente desconocidas para ella.
Carlota me dijo:
"Al principio me costo mucho confiar en ella pero después de un tiempo aprendí no solo  ecuaciones y fracciones sino a hablar de mis sensaciones y sentimientos por primera vez. Tenía diez años." 
"Mª Eugenia estaba pendiente de mi no solo academicamente incluso cuando ya no era mi tutora, sino a nivel de relaciones sociales en la escuela. Sabía que yo no era muy hábil en estas cuestiones y ella me presentaba a otras niñas con las que yo nunca hubiera contactado, pero que resultaron ser buenas amigas".

Mientras en casa de Carlota había un gran revuelo, aquel año nació su hermana Patricia y Carlota recuerda como estaba de ilusionada pensando que por fin ya no estaría tan sola, porque podría jugar con un bebe de verdad. Antes de que su hermana y su madre llegaran del hospital, entró en su casa una mujer mayor de cabellos blancos.
A Carlota no le había dicho nadie quién era y que hacia en su casa esa mujer. Carlota preguntó a Carmen la asistenta, quién era aquella señora y Carmen con gesto aburrido y algo molesto le dijo: "Es la canguro de tu hermanita, va a vivir aquí con nosotros".
Carlota intentaba captar su atención pues era la novedad, y como ni  sus padres ni su hermano le hacían mucho caso, debió creer que esta mujer jugaría con ella.
Al primer intento de conacto aquella áspera y amargada mujer le espetó a Carlota : "Déjame tranquila yo estoy aquí para cuidar de tu hermana y no de ti que ya eres muy mayor".
Quizás otro niño hubiera reaccionado mejor a aquel desprecio, pero Carlota era una esponja en busca de atención y de despertar en alguien algún interés. Aquello no había hecho más que empezar....

Ella y su hermano cenaban cada noche en la cocina, mientras "el ama", así es como su madre llamaba a aquella antipática  mujer preparaba una sémola a Patricia. Carlota estaba muy atenta a los sonidos y voces que venían del otro lado del pasillo, pues le alertaban de cuando iban a salir sus padres que solían ir muy a menudo a cenar fuera de casa. 
Carlota al principio era feliz creyendo que cuando volviera del colegio podría coger a su hermanita en brazos y ayudar a bañarla o ponerle crema mientras jugueteaba con sus pequeños deditos.
Pero nunca pudo hacerlo, detrás de la puerta entreabierta del baño Carlota abría sus profundos y grandes ojos para no perderse ningún detalle de aquella escena, de la que no llegaría a ser participe.
No solo no podía ver como bañaban a su hermana, sino que tampoco la dejaban estar en el cuarto del bebe.
Tan solo cuando venía de visita su abuela del alma que era bastante a menudo, Carlota podía tocar, mimar y besar a su pequeña princesa, porque su abuela que era muy consciente del desprecio que su nieta mayor soportaba de aquella mujer le decía lo siguiente, con voz alta y poderosa:
"Ya está aquí la abuela así que usted (refiriéndose al ama) ya puede ir a descansar que hace mala cara. Yo me encargo de mis nietas."
Y la mujer descontrolada rechistaba: "Pero yo me ocupo del bebe, su hija me ha dicho....." Y sin dejar que acabara la frase, mi abuela le decía: "No se preocupe yo hablo con mi hija y ella está de acuerdo" Y poniendo la  abuela las manos en jarras con mirada desafiante lograba siempre que aquella mujer se retirara con el rabo entre las piernas. Y Carlota me decía que ella era feliz cuando eso ocurría.

Margarita Basi.    
                          

                                                     

viernes, 6 de marzo de 2015

   



                                                          CAPITULO III

"Juzgamos muy rápido a las personas. Nuestra verdadera historia no está en el exterior, sino escondida en el interior más profundo de nuestras emociones y sentimientos".  



Carlota empezó con tres años a ir al colegio. Me contó que para ella sus padres eligieron un colegio religioso y que su hermano iba a otro laico y además bilingüe, yo le pregunté el porqué pues me parecía extraño que  dos hermanos fueran a distintos colegios.
Ella se encogió de hombros y quedando unos segundos en silencio mirando al vacío, como queriendo averiguar algo más  de lo que era evidente, dijo con tono despreocupado: " mis padres eran muy convencionales....."  
Carlota me contó como pasó los dos años de párvulos llorando y siempre castigada en un rincón de la clase, pues no quería hacer las actividades y tareas que las monjas exigían  a las niñas.
A su abuela le daba lástima que a Carlota la recogiera del colegio cada día la asistenta, y a veces iba ella misma a buscarla. Y a quién encontraba era alguien muy distinto a su nieta; sucia, aislada en un rincón de la sala de recogida y con unos chorretones negruzcos que dibujaban formas extrañas en el rostro ovalado y expresivo de una niña completamente atemorizada y paralizada.
"Esta niña es una malcriada y consentida, ha de aprender a pasar por el aro como todas",  le rechistaba la monja cubana a la abuela de Carlota cada vez que la veía entrar en la sala.
"Disculpe pero mi nieta tiene un nombre, Carlota y no es cierto que esté mimada, mi nieta tiene otro hermano y pasa muchos celos porque a ella no la hacen ni caso. Y si usted fuera una buena educadora jamás diría esas cosas de una niña tan pequeña".
Bien por la abuela! Pensé.
Carlota le preguntaba a su madre porque no la venía a buscar al colegio y su madre siempre le decía lo mismo; que lo hacía por su bien, así ella sufriría menos.

Casi cada tarde su abuela querida llegaba a su casa pocos minutos después de que ella llegara del colegio. La pequeña Carlota gritaba:
"¡Abuelita !  Y señalaba sus labios para que ésta sacara de ellos el rojo carmín, y pudiera besarla sin que  Carlota pareciera que tuviera el sarampión.
Carlota recordaba como su abuela le contaba que siendo ésta muy pequeña era una niña risueña, femenina, lista, divertida, impaciente pero cariñosa y expresiva, sin embargo al cumplir los tres años su carácter fue cambiando y volviéndose oscuro, desconfiado, poco afectuoso y apenado.

Los años en el colegio iban transcurriendo lentos, muy lentos, fríos y solitarios, esa era la sensación que le evocaban a Carlota esa etapa.
Carlota tenía un fuerte temperamento y no soportaba ser ni leader ni seguidora de nadie. Así que solo tenía una o dos amigas en clase igual de "especiales" como ella, con las que jugaba y charlaba.
En quinto curso, con diez años la profesora les hizo pintar un payaso de yeso como regalo para el día de la madre.
Todas las niñas utilizaban colores vivos y atrayentes para pintar la cara y vestido del payaso. Carlota estuvo mirando la paleta de colores un rato y no se le ocurrió otra cosa que elegir el negro para pintar todo el payaso.
Las niñas la miraban de reojo extrañadas pero Carlota estaba poseída por ese color y a través de cada pincelada parecía poder mimetizarse con aquel payaso al que Carlota había cubierto con el color de la ausencia y de la nada....
Yo que había disfrutado tanto en el colegio y había hecho tan buenas amigas no podía entender como Carlota había estado tan sola. Juzgamos muy rápido a las personas sin saber su historia y yo aquel día sentí a  Carlota más cercana y humana que nunca, y dejé de verla como a una frívola y  soberbia mujer de clase alta.

La profesora sospechó que algo no iba bien en Carlota......                                     

jueves, 5 de marzo de 2015





                                                     CAPITULO II

Voy a intentar exponer y expresar, no solo las vivencias infantiles que Carlota me explicó, y con ello los sentimientos y emociones que de ellas se desprendan, sino también todas las sensaciones que yo tuve y sentí compartiéndolas con ella. 

En un ejercicio en el que la profesora nos propuso volver a nuestra infancia y hacer un esfuerzo por revivir, solo con los sentidos más primarios (tacto, oído y olfato) nuestras sensaciones en la primera infancia, Carlota me dijo: "No necesito hacer esfuerzo alguno por recordar mi infancia, tengo muy presentes las sensaciones en esa época; miedo, soledad, pena y más tarde rabia."

Yo podía haberla consolado con palabras de ánimo y gestos cariñosos, sin embargo no pude acercarme a ella como yo hubiera querido. No se si fue su aparente frialdad al pronunciar esas palabras o la imagen de seguridad y templanza con la que gesticulaba elegantemente mientras de su boca salían tan amargos sentimientos.   
Carlota no era en absoluto la persona que fingía ser pero yo no lo supe hasta que entendí su triste historia infantil:
Carlota fue una niña abandonada, pero no físicamente ya que sus padres pertenecían a una de las familias más acaudaladas, respetadas y socialmente  mejor posicionadas de Barcelona.
Y por tanto siempre tuvo a su alcance todo el confort y el bienestar material que un niño puede desear. 

A Carlota la dejaron morir casi de pena, de miedo, de soledad, de de  falta de besos y de arrumacos..... De desnutrición emocional.
Sus padres no sabían como hacerlo así que lo compensaban en una atención más material que sentimental.

Carlota me decía que estaba enamorada de su madre. Sentía hacia ella más que el apego lógico e instintivo (que todo bebé siente hacia el adulto que reconoce como su cuidador y protector), una devoción.
Recordaba como con dos años corría hacia los brazos de su madre cuando la oía entrar en casa y como ella la  apartaba con palabras como estas: " Hay Carlota que pesada, ahora no".
A veces su madre la cogía en brazos no sabemos si por curiosidad o por ganas de sentirla, entonces Carlota  abriendo sus negros y expresivos ojos como dos bolas encendidas, agarraba a su madre por el cuello y la intentaba besar. La madre entonces no pudiendo soportar el enganche de su hija, la estiraba hacia el suelo, dejándola allí quieta, como si de repente le hubieran sacado las pilas y todos sus movimientos e hiperactividad hubieran cesado de improviso. 
Yo le pregunté como podía recordar aquello con tanta claridad, ella me contestó que en las visitas que  hacía a su abuela, ésta le explicaba anécdotas de la familia y de su infancia. Fue así como se enteró también de que sus padres cuando salían de fin de semana fuera de la ciudad, se iban solo con su hermano y a ella la dejaban con los abuelos. 
Carlota recordaba a su abuela como la única persona que en esa época, la protegió y le demostró cariño.   
Carlota empezó a orinarse en la cama, tenia seis o siete años y ya no dejó de hacerlo hasta los trece. Al principio se levantaba e iba a ver a su madre que ni siquiera abría los ojos, entonces se dirigía al otro lado de la cama donde dormía su padre y con voz bajita y avergonzada le decía: "Papa me he hecho pis", su padre la tranquilizaba y la acompañaba a buscar un par de  toallas que colocaba encima de sus húmedas sábanas y Carlota volvía a soñar con la esperanza de que la próxima vez que mojara la cama, quizás su madre, la ayudaría a cambiarse.....
       

Margarita Basi.

martes, 3 de marzo de 2015

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                                     CARLOTA

"CUANDO ALCANZAS CIERTA SABIDURÍA, DEJAS QUE ENTRE EN TU VIDA LA SOLEDAD" 






                                                        CAPITULO I


Conocí a Carlota en un curso de Reiki, las dos por distintos motivos buscábamos algo de consuelo afectivo y emocional.
Carlota no era una mujer bella pero no pasaba desapercibida; su aspecto aniñado, frágil pero a la vez altivo y seguro era tan contradictorio como atractivo. A su lado te sentías vulnerable y hasta incómoda, al menos eso me sucedió a mi los primeros días del curso. 
Y no porque fuera prepotente o maleducada etc... Sino porque cuando me acercaba a hablar con ella sentía como una desprotección, algo así como si ella supiera lo que sentía en lo más recóndito de mi interior.
Su mirada era penetrante sin ser avasalladora, sus ojos eran tristes   pero su mirada cálida y dulce.
No se porque razón su persona me atraía más que me repelía, que también lo hacía. Y poco a poco entre meditaciones, charlas sobre la energía cósmica y curativa y como el poder de la atracción nos pone en contacto cuando llega el momento idóneo, con las personas que debemos conocer para aprender y crecer, fuimos entablando una maravillosa complicidad en la que ambas nos sumergimos sin chaleco salvavidas.
Yo siempre nadaba y guardaba bien mi ropa pero aquella vez todo cambió. Carlota me enseñó que detrás de las realidades más contundentes y evidentes que nos puedan parecer, se esconden tan solo apariencias, miedos, estereotipos y mucha racionalidad que según ella decía era la causante de las peores desgracias del ser humano. Y yo añado: no por ella en si misma sino del mal uso que de ella hacemos cuando intentamos sentir a través de la razón, tratando de explicar y justificar sentimientos a los que bañamos con un agua frívola y salvaje que enmascara atroces actos y los convierte en banal cotidianidad.  
Las sesiones de Reiki y el ambiente sereno y lleno de paz que en las clases se respiraba, fueron abriendo poco a poco el aparente duro y cerrado corazón de Carlota, quién fue expresando un dolor al que yo en un primer momento, no creí posible  llegar a sentir al menos por la causa que ella me explicó. Sin embargo con el paso del tiempo llegaría a comprender muy bien.......