sábado, 29 de julio de 2017





             EL PODER FEMENINO DEL MAR


Hubo un tiempo, en el que los Dioses permanecían ajenos a lo que acontecía en el mundo. Ya que existía una dulce armonía, que impregnaba tanto la tierra como el mar.
En la tierra, hombres y mujeres convivían en un equilibrio matriarcal, que les protegía de disputas y conflictos, que pudieran desembocar en guerras y muerte.
En el mar, las criaturas que lo habitaban, gozaban de la calma y mansedumbre que por aquel entonces, el manto acuático poseía.

Un día Elio, un joven impetuoso de Ítaca, bajó a la playa a pescar, antes del amanecer. Allí vio algo inaudito. Cientos de ninfas, sinuosas, de largos y abundantes cabellos, y de piel tan blanca como la luna que las observaba, jugaban y saltaban entre la espuma de un mar de plata. El joven se fijó en una de ellas, y quedó preso de amor.
Se llamaba Petrea, y era la criatura más bella, alegre, inocente y salvaje, que Elio jamás habría soñado conocer. Ella lo miró con curiosidad pero sin temor, y se acercó a él. Nunca antes la tierra y el mar habían estado tan cercanas la una de la otra....
Elio le confesó su amor y deseo de llevársela con él. Pero Petrea se negó, aludiendo que su hogar y por tanto su felicidad, estaban en el mar y no en la tierra.
El joven se sintió profundamente herido en su orgullo, y juró vengarse de todas las criaturas femeninas, libres y sensuales, que encontrara a su paso.

A partir de aquella noche, Elio convenció a otros hombres de su clan, de la mala influencia que sus compañeras las mujeres, ejercían sobre ellos. Y que era un peligro para la supervivencia del grupo, que ellas tuvieran los mismos derechos que ellos. Así que los hombres, decidieron dejar de compartir con ellas los bienes naturales, y decidieron que éstos, los ganarían tan solo los hombres más fuertes que supieran ganarlos y conquistarlos. 

En poco tiempo, los diferentes clanes entraron en sangrientas batallas, dejando un reguero de muerte y destrucción a su alrededor.
Pero también la deshonra y la humillación, hacia todo aquello que respirara feminidad.
Los hombres invadieron el mar, aniquilando a cuantas criaturas allí encontraban. 
La anarquía y el caos en la tierra, despertaron la ira de los Dioses, quienes no estaban dispuestos a permitir, que los humanos destruyeran su creación ni pudieran así, hacerse más fuertes que ellos.
Zeus lanzó rayos y bolas de fuego a la tierra, calcinando poblados enteros. A pesar de ello, los humanos siguieron destruyendo y conquistando el mundo, en lugar de cuidar de él.
Entonces Zeus, viendo que en la tierra los humanos acabarían matándose unos a otros,  trató de poner orden en el mar, enviando a Poseidón a gobernar a las criaturas que allí habitaban.   

Mientras, Petrea, su hermana Dione, y otras pocas ninfas que habían sobrevivido a la masacre del hombre, se refugiaron en la cueva de las nereidas, en Itaca. 
Poseidón las encontró, y les prometió que si dejaban que él las protegiera, el hombre ya nunca más les haría daño.
Sin embargo no les dijo que con ello, las ninfas perderían para siempre su libertad, y la capacidad de decidir que hacer, donde ir y con quién.
Poseidón ordenó encerrar a Petrea y a sus hermanas, bajo las profundas entrañas de Vulcano, donde Hefesto las custodiaba.

Hefesto, a pesar de ser un Dios Olímpico, tenía buen corazón, y permitía que las noches sin luna, las ninfas salieran de su encierro para nadar y sumergirse con sus amigos los delfines. 
Una de esas noches, Petrea invocó en su desesperación, a Afrodita, Diosa de la sexualidad, pero nacida libre, de la espuma del mar y de Urano. 
Afrodita se apiadó de Petrea y de sus hermanas, lanzando una maldición hacia los hombres, que despreciaran y humillaran el poder femenino. 

- "Yo condeno a los hombres que desvaloren el poder femenino, a perder el juicio y el entendimiento, cada vez que vean a una bella fémina, sintiéndose atrapados por los encantos sensuales de ésta, y sin poder ejercer su voluntad, sino tan solo la de ella."   
Después la Diosa, levantó las aguas oscuras y salpicó con su espuma a cada una de las ninfas, diciéndoles lo siguiente:

- "  Yo os otorgo el poder del cambio, de la variabilidad, y de la espontaneidad. Es el don femenino, que fluye sin pautas y sin predicción posible. Así el mar, ya no será un lugar seguro para quienes lo invadan, con intención de usurpar sus tesoros y criaturas. 
La mar será femenina y cambiante. Mostrándose dócil y sumisa cuando lo desee, y violenta e implacable, cuando sienta que en sus aguas más profundas, se menosprecia su poder."  


Margarita Basi.