viernes, 25 de agosto de 2017

            



                    EL TERRORISMO ES RESPONSABILIDAD DE TODOS.      



¿Por que cuando el terror destroza las vidas de nuestros conciudadanos, salimos todos a la calle emocionados, organizamos manifestaciones de repulsa, nos acongojamos durante varios días, (no más) y empatizamos con las víctimas y con sus familias?   
Y sin embargo, ¿Por qué permanecemos en silencio mirando a otro lado, ocupándonos de cualquier cosa que nos distraiga, cada vez que el terror, arranca y mutila no solo los cuerpos de personas inocentes, (la mayoría niños), sino también su cordura y humanidad, cada vez que en sus lejanos y poco desarrollados países, los actos terroristas mucho más sangrientos y cotidianos, golpean sin piedad sus vidas?

¿Quizás porque estos últimos, tienen lugar en países a los que consideramos bárbaros, fanáticos, repletos de gente inculta, analfabeta y pobre? O ¿Probablemente porque seamos unos retrógrados, que aún piensan que esos actos son “políticamente lícitos”, al estar pertrechados por una guerra justa, ya que en un bando están cualquiera de las potencias mundiales del primer mundo, y en el otro unos pobres desgraciados, más bestias que humanos, a los que hay que liquidar, pero siempre legalmente?    

Y yo mientras me sigo preguntando, como es posible que no pierdan el seso más hombres y mujeres desterrados a malvivir, tan solo porque han tenido la mala suerte, de nacer en una tierra repleta de recursos millonarios, que la avaricia del primer mundo, transforma en justa motivación, para despojarles no solo de esos bienes, sino también de su dignidad intrínseca a su condición de seres humanos. 

El terror tiene muchas caras. Una, la vemos en actos como los que están aconteciendo en la vieja Europa, y la otra, en los que mutilan y desfiguran desde hace décadas, a un oriente ya mancillado y masacrado.

¿Por qué no alabamos y protegemos, a los miles de musulmanes y otras razas y etnias, que habiéndoles violado a sus hijas, mutilado a sus hijos, quemado a sus mujeres, y destruido sus casas, (siempre en nombre de una guerra justa, que es por su bien), emigran a Europa, potencia que participa de estos conflictos, con el único objetivo que el de buscar un lugar más seguro y digno en el que seguir viviendo?

El ser humano es complejo, pero lo que a mi más me repugna de nosotros, es nuestra habilidad para falsear, mentir y manipular la realidad, cada vez que ésta muestra su feroz y cruel faz, exponiendo a la luz de la verdad: nuestra cobardía, tabúes, prejuicios y creencias rancias y paternalistas.

Entonces nosotros, ciudadanos de primera, cultos, modernos y orgullosos hijos de la ilustración, nos escondemos tras la protección de nuestras leyes obsoletas, hipócritas y nada éticas, para como niños bajo las faldas de mamá, pavonearnos de nuestro “savoir faire”, que consiste en enjutos actos que tan solo pretenden esconder nuestra incapacidad, miedo, cobardía y falsa modestia,  ante situaciones endémicas que deberían ser la prioridad absoluta de todas las potencias del primer mundo:
El hambre endémica, devolver la dignidad a TODO aquel ser humano que no la tenga, y por supuesto, aceptar de una vez por todas, nuestra corresponsabilidad en todos los actos terroristas, dando un primer paso.
Simplemente, porque nosotros hemos nacido con unas oportunidades, que la mayoría de personas de esos países nunca tendrán, y es por ello y por nuestra calidad de seres dignos y humanos, que quienes tienen esa capacidad, la ofrezcan sin reparo alguno. 

Tratar de escuchar y de reconocer nuestras equivocaciones, cada una de las partes, es una muestra de no solo humildad y valentía, sino de inteligencia. No se trata de negociar con la razón y el intelecto, sino de exponernos y abrirnos a las emociones y sentimientos rotos de la otra parte. Solo así podemos superar ambos, el odio y el terror.

¿Quién puede decir lo contrario, si hasta ahora, nadie lo ha comprobado?  

Todos iguales, todos humanos, para cuidarnos y protegernos.


Margarita Basi.

sábado, 19 de agosto de 2017






         AMOR PLATÓNICO DE VERANO


Me enamoré al ver su foto en la prensa. Jamás lo había visto antes, ni sabía que era una persona pública e importante. Tanto, que ese era precisamente el motivo de aquel reportaje que leí de él en periódico. 
Sería su cargo, su uniforme, o la fuerza de unos ojos que atravesaron la tinta del papel, hasta clavarse en algún lugar de mi ser, desde donde ya no han dejado de conmoverme.

Curiosamente, al poco tiempo de leer aquel artículo, fui invitada a un evento que él mismo organizaba. Y allí cuajó mi amor platónico.
Le oí dar un discurso, le vi compartir risas entre los ilustres invitados, y hasta fui testigo de su “savoir faire”, cuando un mago le puso en aprietos, mientras él le ayudaba a sacar adelante un juego de magia.
Después, se perdió entre la multitud, y yo seguí disfrutando de la velada con mis amigas. Bailamos y reímos, hasta que los tacones pudieron más que nuestras ganas de seguir la fiesta. Y le perdí la pista, hasta que uno de estos días por tristes razones, lo volví a ver pero esta vez en la televisión.
Y pensé, ¿Por qué no dedicarle a él, este relato sobre amores de verano?

Me gustan más los amores que se tocan, que se hablan y que a veces, llegan a reconocerse a través de sus emociones, más que de sus razones.
Pero los amores platónicos, como el mío, no pueden hacerlo. Yo lo haría ahora mismo si pudiera, pero no tengo forma humana de conectar con él. Su posición es delicada y por tanto, está completamente blindado de posibles interacciones de cualquier tipo, que no sean seguras…. Imagino.
Pero quizás en eso resida el encanto de un “amor platónico”, en no revelarse nunca y permanecer oculto y en silencio, para seguir alimentando las fantasías románticas y un tanto naifs, de quién como yo, siente una atracción inexplicable hacia este hombre, un completo desconocido, del que solo conoceré lo que la prensa y los medios me cuenten.
Pero nunca llegaré a sentir, que emociones y sentimientos se ocultan con fiereza, detrás de esa mirada tan potente y sagaz, que guarda el secreto de “mi amor platónico”.


Margarita Basi.