sábado, 18 de julio de 2020



                  ¿CUANTO HAY DE AMOR Y DE EGO EN LA AMISTAD?

    

Hay quienes opinan que aguantar desaires, menosprecios sarcásticos, y engaños con las que muchas amistades se cobran su derecho a serlo, es el precio a pagar si uno no quiere acabar solo y aislado sin vida social con la que, en mayor o menor medida, casi todos los mortales se sirven para tapar sus miserias sacando a relucir las de sus amigos y así escapar de sí mismos.
Entre otras cosas porque las personas así no se aguantan ni a ellas mismas, porque están vacías por dentro como un viejo tronco reseco, y porque la única forma que encuentran de dar sentido a su vida, es malmeter y juzgar a sus amistades por creer que tan loable sentimiento les da derecho a servirse de sus amigos para satisfacer su ego dependiendo de su estado anímico. En otras ocasiones muestran una empalagosa generosidad con la que tratan de compensar las coces que anteriormente repartieron por tener un mal día.
Pero donde la dinámica general de una amistad al uso muestra todo su esplendor y cotidianidad llegando a ser, si cabe más perversa, es cuando utiliza el sutil engaño y la manipulación para enganchar a los amigos en su red relacional en donde unos y otros se valen de la necesidad mutua y casi atávica de formar parte de un grupo a toda costa. Y es entonces cuando todos ellos se convierten indistintamente en víctimas y verdugos, sometiéndose o dejándose dominar según se tercie, porque lo importante es pertenecer a alguien y no estar solo.

Este tipo de amistad ofrece también grandes momentos de diversión y placer, sobre todo cuando las partes integrantes del grupo se encuentran en un momento personal similar. Las reuniones, fiestas, celebraciones, cenas y viajes de placer, son potentes formas de arraigo que más adelante, cuando regresen las rencillas y los enfrentamientos, servirán de cola adherente con la que restaurar los pedazos de orgullo, dignidad y autoestima que se han perdido o mancillado.  

Estas personas que creen que el valor de la amistad es más una moneda de cambio con la que intercambiar intereses comunes, que un sentimiento que impulsa a desear el bienestar de un amigo a pesar de que el mío no pase por sus mejores momentos, nunca le dirán a un amigo la verdad.
Cuando digo "verdad" me refiero a aquello que es embarazoso, desagradable y que probablemente al desvelarlo pudiera desestabilizar la relación de amistad que hasta entonces se mantenía. Un sentimiento doloroso, un secreto, algo que nuestra ética y moral nos anima a desvelar por creerlo justo, pero nuestra razón nos insta a ocultarlo.

Para mi la amistad siempre ha sido, o al menos así he querido que fuese, algo más que un mero intercambio de aficiones e intereses mutuos.
Con los años y con la experiencia de varios tipos de amistades en mi haber, he aprendido a disfrutar de la compañía selectiva de cada vez menos personas conocidas y más desconocidas. No necesito estar en un continuo contacto con mis allegados o amigos porque me siento igual de bien sola como acompañada. 
Me he deshecho de muchos amigos a lo largo de mi vida y seguiré haciéndolo siempre que descubra que mi amigo da más valor a sus creencias o ideologías que a los sentimientos que compartimos; cuando lo que le una a mi sea su necesidad de ego más que sus sentimientos, cuando no me sienta cuidada por él, cuando sienta que no tiene ilusión por compartir momentos conmigo, cuando no me escuche activamente en mis momentos más oscuros, cuando me mienta.

Soy consciente de que siempre habrá momentos en los que estando a solas conmigo misma echaré en falta la compañía de alguien, pero ahora mi soledad es placentera y liberadora. 
Lograr sentirse igual de bien (aunque de distinta forma) con o sin compañía, es de las hazañas humanas más prácticas, gratificantes y enriquecedoras a las que un ser humano puede llegar.


Margarita Basi