domingo, 18 de noviembre de 2018






MUJERES QUE ENTRAN Y SALEN DEL PATRIARCADO.
      (Cuando más les conviene)


El senador italiano ultraconservador Simone Pillon, quiere reformar el derecho de familia sobre las parejas divorciadas y la custodia. A pesar de sus ideas retrogradas, como ir en contra del aborto, de los matrimonios entre homosexuales o del derecho a que los hijos de divorciados elijan  estar o no con alguno de sus progenitores. El senador ha propuesto un proyecto de ley por el que obligaría a los padres a pasar con los hijos el 50% del tiempo por igual, así como anular la pensión alimenticia que tendría que ser subsanada a partes iguales por ambos padres, y se retiraría la paga que reciben los miembros más débiles de la pareja, al entenderse hasta ahora como motivo de suficiente peso, el haber renunciado a su profesión por cuidar de la familia. Pillon propone incluso que se llegue a pagar un alquiler al propietario de la casa familiar en el caso que el otro miembro de la pareja se quede en ella.

Y ante mi propia sorpresa, me parece esta una buena propuesta de ley.

Entiendo que las féminas italianas que no tienen un sueldo decente como para poder ser “mujeres y madres libres”, sin depender del patrimonio o sueldo de su pareja para tener la calidad de vida que ellas desean, no estén contentas con esta idea. Y por ello reivindiquen seguir manteniendo vivo el rancio y podrido “patriarcado” al que tanto critican cuando les conviene, y por el que sacan sus felinas uñas cada vez que ven peligrar un estatus que no las dignifica ni respeta.

Si no tenemos igualdad salarial, es porque la maternidad y sus consecuencias van en contra de los valores competitivos del propio sistema capitalista del que nosotras nos favorecemos en todas cuantas ocasiones tenemos a bien hacerlo. ¡Faltaría más! “Si el enemigo es más fuerte que tú, únete a él”.

Pero entonces no seamos hipócritas ni falsas entrando y saliendo del patriarcado cuando más nos conviene. Siendo cómplices de él al decidir dejar nuestra profesión por cuidar de nuestro marido (que en cualquier momento nos puede abandonar por otra más joven, para encontrarse a sí mismo, o por lo que estime oportuno) e hijos (que también volarán).
Sin embargo, cuando sobreviene la separación nos comportamos la mayoría de las veces como verdaderas arpías chupa sangre, desprovistas de escrúpulos con los que devoramos a nuestra ex pareja cual “amantis religiosa”, dejando entonces que el sistema corrompido y machista nos provea de cuantos más derechos mejor sin importarnos las consecuencias morales; como quedarnos con la casa familiar o litigar una pensión lo más elevada posible con la que seguir manteniendo la misma calidad de vida que teníamos en el matrimonio.  
   
El día en que las mujeres dejemos de sentirnos “débiles” con respecto al sistema será cuando comencemos a vivir libres del amparo e influencia machista, para unirnos entre nosotras y entre quienes tienen nuestro mismo género con el fin de formalizar uniones familiares sanas y con más opciones de perdurar en el tiempo. Porque habremos aprendido que los lazos sentimentales, románticos, e incluso materiales que atan a dos personas, no son fiables ni seguros vitalicios como para basar en ellos la estabilidad afectiva y económica que un niño requiere para crecer. 

Pienso que la unión de dos sujetos cuyo fin es criar a un hijo, es más proclive a disolverse (y más si se basa en los valores anteriormente descritos) que si se tratara de un grupo mayor de personas al que además unen lazos de sangre o sentimientos de afecto fraternal o amistoso.  
Creo firmemente que quién mejor puede atender, cuidar y comprender a una mujer embarazada o en la etapa de crianza, son otras mujeres como ella o hombres sensibles a estos valores. (Madres, tías, hermanas, primas… Amigas de las buenas, o incluso otras mujeres que también estén en su misma situación). Y esta nueva fórmula familiar no tiene porque dificultar el derecho de un padre a relacionarse con su hijo. Aunque es del todo evidente que para que algo así ocurra, ambos progenitores tienen que ser muy maduros, generosos y libres en todos los sentidos, como para saber que los intereses de su hijo, y más cuando es menor, están siempre por encima de los suyos. 

Lamentablemente nuestra sociedad actual desprestigia estas cualidades reduciéndolas al ámbito casero, familiar y privado. Por lo que la solidaridad, la practicidad, el afecto, la empatía y la inteligencia emocional no son consideradas competentes por no promover estrategias que enriquezcan económicamente la sociedad.
¡Y Como van a hacerlo en un mundo que prioriza a una persona por lo que vale, tiene o aporta económicamente y no por lo que es!