MUJERES QUE ENTRAN Y SALEN DEL PATRIARCADO.
(Cuando más les conviene)
El senador italiano ultraconservador Simone Pillon, quiere reformar el
derecho de familia sobre las parejas divorciadas y la custodia. A pesar de sus
ideas retrogradas, como ir en contra del aborto, de los matrimonios entre
homosexuales o del derecho a que los hijos de divorciados elijan estar o no con alguno de sus progenitores. El
senador ha propuesto un proyecto de ley por el que obligaría a los padres a pasar
con los hijos el 50% del tiempo por igual, así como anular la pensión
alimenticia que tendría que ser subsanada a partes iguales por ambos padres, y se
retiraría la paga que reciben los miembros más débiles de la pareja, al
entenderse hasta ahora como motivo de suficiente peso, el haber renunciado a su
profesión por cuidar de la familia. Pillon propone incluso que se llegue a
pagar un alquiler al propietario de la casa familiar en el caso que el otro
miembro de la pareja se quede en ella.
Y ante mi propia sorpresa, me parece esta una buena propuesta de ley.
Entiendo que las féminas italianas que no tienen un sueldo decente como
para poder ser “mujeres y madres libres”, sin depender del patrimonio o sueldo
de su pareja para tener la calidad de vida que ellas desean, no estén contentas
con esta idea. Y por ello reivindiquen seguir manteniendo vivo el rancio y
podrido “patriarcado” al que tanto critican cuando les conviene, y por el que
sacan sus felinas uñas cada vez que ven peligrar un estatus que no las
dignifica ni respeta.
Si no tenemos igualdad salarial, es porque la maternidad y sus
consecuencias van en contra de los valores competitivos del propio sistema
capitalista del que nosotras nos favorecemos en todas cuantas ocasiones tenemos
a bien hacerlo. ¡Faltaría más! “Si el enemigo es más fuerte que tú, únete a
él”.
Pero entonces no seamos hipócritas ni falsas entrando y saliendo del
patriarcado cuando más nos conviene. Siendo cómplices de él al decidir dejar
nuestra profesión por cuidar de nuestro marido (que en cualquier momento nos
puede abandonar por otra más joven, para encontrarse a sí mismo, o por lo que
estime oportuno) e hijos (que también volarán).
Sin embargo, cuando sobreviene la separación nos comportamos la mayoría de
las veces como verdaderas arpías chupa sangre, desprovistas de escrúpulos con
los que devoramos a nuestra ex pareja cual “amantis religiosa”, dejando
entonces que el sistema corrompido y machista nos provea de cuantos más
derechos mejor sin importarnos las consecuencias morales; como quedarnos con la
casa familiar o litigar una pensión lo más elevada posible con la que seguir
manteniendo la misma calidad de vida que teníamos en el matrimonio.
El día en que las mujeres dejemos de sentirnos “débiles” con respecto al
sistema será cuando comencemos a vivir libres del amparo e influencia machista,
para unirnos entre nosotras y entre quienes tienen nuestro mismo género con el
fin de formalizar uniones familiares sanas y con más opciones de perdurar en el
tiempo. Porque habremos aprendido que los lazos sentimentales, románticos, e
incluso materiales que atan a dos personas, no son fiables ni seguros
vitalicios como para basar en ellos la estabilidad afectiva y económica que un
niño requiere para crecer.
Pienso que la unión de dos sujetos cuyo fin es criar a un hijo, es más
proclive a disolverse (y más si se basa en los valores anteriormente descritos)
que si se tratara de un grupo mayor de personas al que además unen lazos de
sangre o sentimientos de afecto fraternal o amistoso.
Creo firmemente que quién mejor puede atender, cuidar y comprender a una
mujer embarazada o en la etapa de crianza, son otras mujeres como ella o
hombres sensibles a estos valores. (Madres, tías, hermanas, primas… Amigas de
las buenas, o incluso otras mujeres que también estén en su misma situación). Y
esta nueva fórmula familiar no tiene porque dificultar el derecho de un padre a
relacionarse con su hijo. Aunque es del todo evidente que para que algo así
ocurra, ambos progenitores tienen que ser muy maduros, generosos y libres en
todos los sentidos, como para saber que los intereses de su hijo, y más cuando
es menor, están siempre por encima de los suyos.
Lamentablemente nuestra sociedad actual desprestigia estas cualidades
reduciéndolas al ámbito casero, familiar y privado. Por lo que la solidaridad,
la practicidad, el afecto, la empatía y la inteligencia emocional no son
consideradas competentes por no promover estrategias que enriquezcan
económicamente la sociedad.
¡Y Como van a hacerlo en un mundo que prioriza a una persona por lo que
vale, tiene o aporta económicamente y no por lo que es!